COLORES MÁGICOS
Terrenis: seres dotados de poderes mágicos. Poseedores de fuerzas inimaginables y con cierta tendencia a desarrollar capacidades asombrosas que escapan a la razón humana. Destacan porque sus ojos pueden cambiar de color cuando se encuentran amenazados, y dependiendo de sus poderes y capacidades de control, se revelan de un color u otro.
Los terrenis siempre han sido unos seres mágicos y elitistas. Desear ser el mejor parecer un sentimiento honorable pero, ¿qué ocurriría si veinte jóvenes fueran forzados a ser los mejores de su era? Un grupo de terrenis educados en las mejores escuelas se verán obligados a formar parte del misterioso Proyecto Atenea. Si deseas descubrir qué esconde este mitológico nombre no te pierdas una trepidante aventura llena de magia y acción donde no todos querrán ser aquello por lo que parecen haber nacido.
Capítulo 1
Empieza la magia
Rubí: deriva su nombre del latín “ruber”, rojo. Los antiguos griegos los conocían como “ántrax” (carbón vivo) ya que estas bellas gemas de color rojo intenso cuando eran expuestas al sol mostraban el color del mismísimo carbón ardiente. El rubí es una de las gemas más costosas y raras entre las piedras preciosas conocidas, mucho más rara incluso que el propio diamante, especialmente en los ejemplares de color rojo intenso y puro.
Capítulo 1
Nora se encontraba contemplando con atención el vaso vacío que reposaba encima de la mesa y por más que intentaba crear algo de materia dentro de él, era incapaz de hacerlo.
—¡No mires el vaso con tanto odio! —le recriminó su amiga Alysa.
—Para ti es fácil. ¡Yo no soy como tú!
—Relájate y te saldrá —le contestó con una sonrisa.
—¡Es imposible! —se exasperó— Hazlo tú.
Nora empujó con desgana el vaso hacia Alysa. Entonces ella parpadeó un par de veces y en cuestión de segundos el vaso se llenó de un líquido rojizo.
—¡Te odio! —le contestó Nora con el orgullo herido al haberse pasado más de media hora intentando hacer algo que Alysa acababa de hacer en un periquete.
—No lo haces, por eso somos amigas —le contestó abrazándola.
—¿Podrías pasarme un poco de esto que haces?
—Ojalá pudiera.
En realidad, Alysa lamentaba profundamente esa capacidad innata y espontánea que poseía con la magia. Desde bien pequeña sus habilidades habían sido excepcionales, y al igual que su padre y abuelo, estaba muy cerca ya a sus diecisiete años de convertirse en una terrenis excepcional. Para su familia, los Creisores, eso era un signo más de la brillantez de su linaje aunque para ella era simplemente su condena y con ella, su cárcel sin cadenas.
—¡Muy bien señoritas! —exclamó el profesor Luciano mientras se fijaba en todos los vasos llenos de zumo de mora— Veo que todas han conseguido llenar sus vasos. Ahora vamos a mover el líquido —y entonces todas chillaron de emoción— .¡Sin derramarlo por el suelo! ¡No sean irresponsables!
—Creo que es mejor que esto también lo hagas tú —le susurró Nora a su amiga.
—Así nunca aprenderás.
—Con que no termine manchando toda la clase de zumo, me conformo.
En ese momento a ambas les distrajeron las sonoras carcajadas de la mesa de al lado. Erika y Megan se divertía pasándose una bola de líquido rojo como si fuera una pelota de ping-pong.
—No sé qué les resulta tan divertido —suspiró Alyssa mientras Nora asentía, y antes que la primera pudiera sacar el líquido de dentro del vaso para que el señor Luciano les aprobase el ejercicio, el grito de Lilah sobresaltó a toda la clase.
—¡Chicas! —gritó a todo pulmón— ¡Hay chicos! —y Lilah se estampó contra la ventana mientras todas las pelotas caían al suelo y la aula entera se llenaba de zumo de mora.
—¿¡Qué es todo esto!? —gritaba el profesor Luciano fuera de sí— ¡Regresen a sus puestos! —pero ninguna de esas jovencitas le hacía el más mínimo caso.
Todas las terrenis del aula se encontraban pegadas a la ventana y con sus ojos clavados en el grupo de chicos vestidos con un uniforme negro y dorado que en ese momento cruzaban la entrada de su escuela.
—¡Son del colegio de Las águilas doradas! —gritó Megan reconociendo el uniforme.
—¿De Las águilas doradas? —le preguntó Alysa muy sorprendida. Nunca había conocido a ningún estudiante de de esa escuela pero sabía que era uno de los mejores colegios masculinos de los terrenis. Su padre, su abuelo e incluso ella misma si hubiera nacido como chico habría estudiado allí. Pero, ¿por qué unos chicos tan brillantes estarían visitando su escuela femenina sin previo aviso?
—¡Alysa! Muévete, ven. Acércate —le insistió Nora haciéndole un hueco para que tuviera mejor visibilidad a través de la ventana.
Alysa se fijó en el grupo de terrenis que se encontraban cruzando la entrada principal de La Cruz del Sur mientras su director, el señor Talos, los saludaba formalmente con una gran sonrisa.
—¡Son muy guapos! —exclamó Erika mientras todas asentían y cacareaban como gallinas en un corral. Algo completamente comprensible para una jovencitas de diecisiete años y casi dieciocho que se habían pasado la mayor parte de su vida metidas en ese centro exclusivamente femenino.
—Me gusta el de la izquierda —señaló Nora— .¿Y a ti? —Alysa se fijó en el chico que acababa de elegir su mejor amiga. Nora se había quedado con el más alto del grupo, rubio y con una sonrisa tan provocadora que ella se imaginaba que se trataría del más ligón— ¿Con cuál te quedas? —le insistió. Ella volvió a fijarse en cada uno de ellos y se congeló cuando se fijó en el chico que acababa de entrar al recinto.
—¡Dios mío! —gritó Lilah— ¡Mirad a ese!
Todas suspiraron, gritaron y exclamaron a la vez cuando se fijaron en el chico que se estaba acercando a su escuela. Durante unos segundos nadie se atrevió a decir nada, incluso el profesor Luciano pareció quedarse mudo. Un chico de cabello negro como el carbón, perfectamente peinado, alto y con la gracia de una pantera acababa de unirse al grupo masculino.
—Está buenísimo —sentenció Lilah.
Alysa pensó en algo más. Ese chico poseía una belleza peligrosamente oscura. El dorado de su uniforme contrastaba con su cabello y la americana conducía sus movimientos ágiles y elegantes. Mientras todas se fijaban en ese misterioso chico, él se detuvo en seco y levantó sus ojos hacia la ventana. A Alysa por un segundo le pareció como si todo a su alrededor se hubiera transformado en algo tan ligero y volátil como una nube.
Los ojos castaños de Alysa se encontraron con los de ese misterioso chico y nada más fijarse en sus pupilas oscuras, no pudo dejar de pensar que ese era el rostro más bello y a la vez aterrador que había visto jamás. Por una fracción de segundo a ella le pareció como si él acabase de sorprenderse pues sutilmente había entreabierto su boca y sus ojos habían vacilado un poco justo antes de apartar la mirada y reunirse con el resto de sus compañeros.
—¿A quién habrá mirado? —preguntó Megan cuando ya no quedaba ningún chico a la vista— ¿Quizá me ha mirado a mí?
—¡Qué va! Me ha mirado a mí, por supuesto —le contestó Erika. Todas se rieron sintiéndose las princesas de ese misterioso príncipe oscuro.
—¿Qué estarán haciendo ellos aquí? —preguntó Alysa.
—Supongo que el señor Talos podrá explicárselo cuando llegue el momento —les contestó Luciano enfadado porque le había tocado limpiar con magia todo el desastre que habían causado sus alumnas— .Ahora regresen a sus mesas.
—A lo mejor se quedan a estudiar aquí —se animó Lilah.
—¿Ellos? ¡Sería genial! —se emocionó Erika dando vueltas por la clase.
—¡Basta ya! No tienen ni un mínimo de inteligencia —les gritó su profesor para que ocuparan de nuevo sus asientos—.¡La clase aún no ha terminado! —pero ninguna de todas las terrenis que se encontraban allí dentro ese día parecían dispuestas a seguir con la clase del señor Luciano y menos, cuando se habían agitado tanto por ese grupo de jóvenes tan guapos.
…
—¿¡Que están aquí para encontrar pareja!? —preguntó Erika levantándose de su pupitre.
—¡Señorita Kleptek! Haga el favor de sentarse de nuevo —la regañó el director de La Cruz del Sur, el señor Talos— .Ya saben que Las águilas doradas es el mejor centro masculino de los terrenis y por supuesto, La Cruz del Sur es de los mejores centros femeninos. Así que hemos decidido cooperar y elegiremos a los diez mejores terrenis de cada centro.
—¡Para formar parejas! —gritó Erika—¡Dígales que yo estoy disponible!
—¡Señorita Kleptek modere sus palabras! Aquí no estamos para filtrear.
—Pero usted ha dicho pareja —le contestó Megan.
—Pareja, sí, pero no sentimental —les contestó el señor Talos con acritud porque para él, era impensable imaginarse lo contrario—.Desean encontrar a las diez mejores alumnas del último curso.
—¿De nuestra clase? ¿Para qué? —le preguntó Nora.
—Si me dejaran explicarme y no me interrumpieran… Hemos decidido iniciar un nuevo proyecto con Las águilas doradas llamado Atenea. Queremos juntar a los veinte mejores terrenis, tanto hombres como mujeres, para que tengan una educación al nivel de sus capacidades. Tengo el placer de anunciarles, que entre ustedes se encuentras las diez terrenis que marcarán un paso en nuestra historia, jovencitas.
—Esto suena muy misteriosos —se quejó Megan.
—¡Basta! Sus padres se sentirán sumamente orgullosos por semejante honor así que todas, sin excepción, lucharán para ocupar ese puesto o, ¿debo entender que no van a esforzarse?
—¡Claro que sí! —le contestó Lilah porque sabía perfectamente que si no lo hacía le suspenderían el curso y se convertiría en la vergüenza de su familia.
—En los próximos días realizaremos ciertas pruebas y en base a sus resultados elegiremos a las diez alumnas que recibirán la educación más exquisita que jamás haya existido hasta la fecha.
Al escuchar la palabra “exquisita” a Alysa se le erizó el vello de la nuca. Por muy guapos que fueran esos chicos, ninguno valía la pena el sacrifico. Estaba segura que esa exquisita educación sería muy sacrificada y dura. Usualmente en La Cruz del Sur ya eran exigentes, tanto, que a veces una se sentía exhausta. Encontrarse en otro nivel más de elitismo solo significaría un desgaste aún más grande de su vida y un recorte de su libertad inaceptable. ¿Hasta cuándo seguirían ahogándola?
—Seguro que te eligen —le susurró Nora mientras le giñaba un ojo. Y yo espero que no, pensó ella con desilusión.
—Las espero a todas después de comer en el pabellón central. Que a ninguna se le ocurra escaquearse, el resultado contará para la nota final.
—¡Perfecto! —se lamentó Alysa. ¿Cómo demonios podría no formar parte de ese proyecto llamado Atenea y seguir conservando sus excelentes notas?
…
Durante el descanso el chismorreo de la clase fue adivinar quién de ellas serían las elegidas para irse a ese lugar desconocidos con esos chicos. Ninguna de ellas dudaba que Alysa, la número uno de la clase, sería una de ellas, así que entre ellas consideraban nueve plazas vacantes en las que aún tendrían una oportunidad.
—Yo no quiero ir —le confesó Alysa a Nora mientras se dirigían al baño.
—No seas tonta. Irás, es algo que no puedes evitar.
—¿No podemos tener una vida normal?
—Somos estudiantes de La Cruz del Sur, tú eres un diamante y nuestras familias…
—¡Deja de recordármelo! Mis padres siempre están con el mismo rollo. ¡Dios! Cuando se enteren de esto —se lamentó Alysa mientras se imaginaba la mirada de superioridad de su padre y el parloteo prepotente de su madre.
—Se sentirán orgullosos.
—Sí, sí… mucho pero…
—¡Mira! ¿Esos de allí no son estudiantes de Las águilas doradas?
—¿Dónde? —preguntó Alysa. Ella no necesitó que su amiga le contestara. Al final del pasillo, justo antes de la puerta donde se encontraban los baños, vio a dos terrenis vestidos con sus característicos uniformes.
—¿Crees que estará ligando? —le preguntó Nora mientras se fijaban en que esos dos chicos estaban hablando con dos alumnas de La Cruz del Sur.
—No lo sé —pero en ese momento algo en ese ambiente cambió y a Alysa le pareció poco o nada romántico.
—¡Te he dicho que yo no he sido! —le gritó una de las chicas a ese par de estudiantes. Alysa se encontraban algo alejada así no pudo escuchar toda la conversación.
—Esto tiene muy mala pinta —le dijo Nora—.Vamos a ver —Nora agarró a Alysa del brazo y ambas se acercaron para escucharlos. Uno de los terrenis parecían estar discutiendo con ese par de alumnas y el otro, el de cabello rubio como el sol, intentaba calmarlo.
—Reik —lo llamó— .Si te ha dicho que no ha sido ella, déjale en paz.
—¡Miente! —le gritó dándose la vuelta y entonces, Alysa se dio cuenta que ese era el chico que había llegado tarde. En realidad, no era tan alto como le había parecido en un principio aunque sí era mucho más atemorizador y bello— ¡Tú me has robado! —la acusó abiertamente de nuevo a esa chica que se encontraba al borde del llanto.
—¡No he sido yo!
—¿Te estás riendo de mí? —y entonces Reik levantó su mano y Alysa comprendió lo que estaba a punto de hacerle.
—¡Basta! —le gritó Alysa abrazando a esa chica que llevaba su mismo uniforme.
—¿¡Y tú quién eres!? —le preguntó en una voz profunda y molesta mientras Alysa notaba a esa chica temblar bajo sus brazos.
Ella levantó en un acto reflejo su rostro para afrontarlo y se fijó en que sus ojos acababan de cambiar a un color rojo muy brillante y atrayente. Rubí, pensó Alysa mientras seguía abrazando a esa terrenis asustada.
—¡Eres un diamante! —le contestó él asombrado. Alysa lo contempló con sus ojos completamente blancos que no dejaban de centellear bajo las luces del pasillo. Los ojos de Alysa siempre habían sido así, cuando más nerviosa, excitada o atemorizada se sentía, se transformaban más rápidamente en dos diamantes que no dejaban de brillar. Para algunos, unos ojos sin color resultaban extraños y feos, pero para los terrenis, eran un símbolo inequívoco de dominio.
—Y tú un rubí —le dijo Alysa sin poder apartar sus blancos ojos de esas llamas ardientes. En ese momento en ese pasillo se hizo un incómodo silencio como si dos colosales fuerzas estuvieran midiéndose y en medio de esa silenciosa batalla entre el rubí más rojo y el diamante más blanco las estudiantes de La Cruz del Sur aprovecharon para irse de allí. Solo Nora se quedó lealmente al lado de Alysa a pesar que no entendía qué estaba ocurriendo.
—¡Ella me ha robado! —le aclaró Reik aún con los ojos encendidos.
—No, te había robado su amiga.
Alysa sacó de su bolsillo la piedra espiritual que Reik había perdido y sus ojos empezaron a calmarse.
—Eres buena con la magia —le habló amablemente por primera vez el chico rubio que se había mantenido al margen.
—¿Qué esperabas? —le preguntó ella con orgullo mientras le entregaba la piedra espiritual.
—Yo soy Zale y él es Reik, encantado —Alysa se apartó disgustada. ¿Todos los chicos eran así de maleducados?
—Yo soy Nora —se presentó ella misma. Zale le mandó una atractiva sonrisa.
—No hay necesidad para presentaciones. Pronto nos largaremos de aquí —la cortó Reik mientras sujetaba con fuerza su piedra.
—Tienes razón —le dijo Alysa algo molesta por lo poco gentil que había sido con su amiga— .Y entonces, para fortuna de todos, no volveremos a vernos nunca más —se despidió con chulería antes meterse dentro del baño.
…
Zale y Reik se encontraban dirigiéndose hacia el despacho del director Talos después que éste último hubiera recuperado la piedra espiritual que creía haber perdido.
—Reik, sabes que la volveremos a ver, ¿verdad? Ella es un diamante, por supuesto que vendrá con nosotros.
—Lo sé, pero parecía tan decidida.
—¿Crees que logrará escaparse?
—No lo sé. Es muy buena con la magia, ha notada la piedra antes que yo —le contestó avergonzado. Reik se quedó contemplando su piedra espiritual mientras no podía olvidarse de esos ojos blancos.
—Creo que estar entre mujeres te está afectando, amigo. Ahora eres débil.
—¡Cállate! —le contestó frunciendo el ceño. Desde que había tenido que acudir a La Cruz del Sur todo había ido de mal en peor. Su chófer se había perdido y había llegado tarde, después un par de chiquillas le habían robado su piedra espiritual y para colmo, todas las estudiante de ese centro lo miraban como si fuera algo comestible— .A ti parece que te encanta estar por aquí.
—Venga, a todas las águilas les encanta estar rodeadas de cisnes. Especialmente cuando son tan bellos —le contestó guiñándole el ojo a una bonita estudiante de cabello corto que acababa de cruzarse con ellos.
—¡No sé cómo puedo soportarte!
—¡No exageres! Es la primera vez que veo un diamante. Sus ojos eran bonitos.
—Lo eran —le contestó Reik con melancolía mientras recordaba los ojos de su propia madre. Para Reik los ojos de un diamante eran los ojos más bonitos del mundo y a pesar que en un principio no lo había entendido, ahora se daba cuenta que un diamante, al igual que su madre, siempre brillaba de una forma inusual.
Próximo capítulo…
¿Qué os ha parecido esta nueva historia? En el próximo capítulo empezarán las misteriosas pruebas. Aún nos faltan por conocer a bastantes terrenis, ¡qué emoción! Y recuerda, todo un mundo mágicos lleno de colores acaba de desatarse. ¿Te quedarás conmigo para colorearlo? ¡Gracias!
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Me encantó. Buena introducción, la idea de los diamantes y rubíes me parece de lo más ingeniosa. Seguiré leyendo, me he enganchado.
¡Besos!