COLMILLOS DEL PASADO
DESESPERANZA
Una soga a través del cuello
oprimiendo aquello que más deseas.
Una cuerda irrompible atada
desmembrando tus esperanzas.
Dime, ¿en eso consiste la felicidad?
Capítulo 4
La dura realidad
Cuanto más acorralado se siente uno y cuanto más aprieta la soga al cuello, más temperamental y estúpido se vuelve. Pero en la vida existen ciertas sogas que por más que uno desee arrancárselas del cuello son irrompibles.
—¿Por qué? —le preguntó mirándolo a los ojos sin vacilar.
Melisa se sentó en la silla del despecho y esperó con impaciencia a que su padre le contestara.
—¿Por qué no quieres casarte? ¿Es por Leandro?
—Te he preguntado el motivo. ¡Dímelo!
—Eres como tu madre, cuando se os mete algo en…
—¡Sigo esperando, papá!
—Está bien —le dijo Goliat pasándose una mano por la frente—. Tenemos deudas. Una ciudad pacífica aporta bienestar, pero sin guerras, no hay botines ni dinero.
—¿Me vendes por dinero?
—Diría que por algo más —le contestó dando un largo suspiro—. Sé que esto no te gusta, pero podrías acostumbrarte a Leandro.
—Acostumbrarme —repitió ella.
—Es un chico listo, demasiado presuntuoso, pero es normal a su edad. Cuando madure será un excelente padre para tus hijos.
—¡Para el carro! Aún no me he casado y ya estás hablándome de hijos.
—Es algo natural.
—Algo huele mal —le dijo Melisa acercándose a su padre para examinar sus ojos—. ¡Has pactado mis hijos también con ellos! ¿Qué más has decidido sin mi consentimiento?
—Los Anemone y los Argentum necesitamos un heredero —le dijo desviando sus ojos claros.
—¡Claro! ¿Y querréis también estar presentes cuando…?
—¡Basta ya, Melissa! —le gritó su padre—. Te he consentido tus faltas de respeto constantes porque entiendo el gran sacrificio que te estoy pidiendo, pero si sigues por este camino las cosas no terminarán bien.
—¿Y qué ocurrirá con nuestra paz? Los Anemone son guerreros, ellos están enemistados con miles de familias.
—Sus problemas son suyos, me han prometido paz dentro de nuestra ciudad.
—¡Mienten! El otro día Kevin y Leandro se pelearon dentro de los muros de Krea.
—Sabes que los Regnum siempre andan buscando problemas.
—¿A ti también te han bañado el cerebro? Kevin es un idiota, sí, pero jamás ha desobedecido nuestras reglas a excepción del día que permitiste que los Anemone pusieran un pie aquí dentro.
—Te garantizo, hija, que no habrá peleas.
—Me fio de tu palabra, pero no la de ellos.
—Yo respondo por ellos —le contestó Goliat con firmeza.
—Si en los próximos días voy a casarme, antes necesito asegurarme de algo.
—¿Has dicho casarte? —le preguntó su padre sorprendido.
—Solo si son capaces de garantizarme todo lo que me has contado.
…
Melisa había logrado reunir a las tantas de la noche a sus mejores amigos para escabullirse de Krea e ir al encuentro de Kevin.
—¿Estás segura que tenemos el permiso de tu padre? —le preguntó Muriel.
Melisa mandó una mirada cómplice a Catrina y asintió.
—Solo vamos a charlar con Kevin, relájate.
—Cualquiera lo diría saliendo de esta forma de la ciudad —le susurró Anaïs.
—¡Silencio! Tú vienes con nosotros porque eres una cotilla, recuerda que no formabas parte de mi plan.
—Prima, siempre eres una aguafiestas conmigo. Que sea menor no te convierte en mi madre.
—De alguna forma somos responsables de ti —le contestó Muriel mientras Anaïs se enfadaba aún más.
—Ahora callaros y seguid avanzando —les ordenó Melisa—. Quiero terminar con esto antes de la salida del alba.
—Yo ya me arrepiento de haberos acompañado —refunfuñó su prima.
—¡Silencio! —le gritaron los tres al unísono a la benjamina del grupo.
Cuatro vampiros siguieron avanzando a través de caminos oscuros hasta que llegaron al bar donde sabían que siempre acudía Kevin con los suyos. Desde la puerta escucharon con claridad su voz, pero antes que pudieran meterse dentro, alguien cubrió la boca de Melisa con la mano y empezó a arrastrarla.
—¡Voy a…! —intentó gritar mientras forcejeaba con esa mano áspera y fuerte.
—¡¿Se puede saber qué hacéis aquí, mi señora?! —le preguntó él soltándola.
Melisa se fijó en él y rápidamente lo reconoció.
—¿Richard? ¿¡Qué demonios haces tú aquí?
—Sigo órdenes de su padre —le contestó señalando el bar—. No debería entrar allí si aprecia su vida.
—Estás exagerando —le contestó Melisa—. Solo quiero respuestas.
—Allí dentro solo encontrará problemas.
—¿Por qué lo dices? —le preguntó Muriel mientras contemplaba la puerta del local.
—Los Regnum son peligrosos.
—¡Jamás les hemos temido! —le contestó Melisa.
—Cierto, y los combatiríamos las veces que fueran necesarias, pero ahora…
La voz de Richard quedó silenciada en ese momento por unos gritos provenientes del interior del bar.
—¡Cuándo matemos a ese cabrón de Goliat!
Melisa se tensó al escuchar el nombre de su padre y agudizó más el oído.
—¡La ciudad será nuestra de nuevo! ¡Nos la merecemos! Era nuestra desde un buen principio. Esa estúpida de su hija no es digna de ella. ¡Ni siquiera sabe luchar! La paz es para los débiles…
Entonces el barullo de todos los que se encontraba en el bar se elevó tanto, que no fueron capaces de seguir escuchando.
—¡Dios mío! —exclamó Melisa mientras Richard se la llevaban de allí antes que la descubrieran.
—¡No deberíamos haber salido de la ciudad! —se lamentó Anaïs mientras corrían.
—¡Hay que llegar a la ciudad cuánto antes! —los presionó Muriel mientras se aseguraba que nadie los hubiera visto.
En ese momento sus ojos se fijaron en el niño de unos doce años que acababa de meterse en el bar.
—Nos han visto. ¡CORRED! —les ordenó sin mirar atrás.
En pocos segundos un grupo de vampiros de los Regnum salieron disparados hacia ellos. Melisa no se atrevió a darse la vuelta y siguió corriendo mientras escuchaba los golpes que asestaba Richard para protegerlos.
La respiración agitada de sus dos amigas se confundió con la suya y en un momento dado, no fue capaz de discernir si la que estaba gritando era ella o Catrina.
—¡Melisa! —la llamó su mejor amiga.
Melisa se paralizó al ver que la habían cogido. Saltó hacia Catrina sin saber qué más hacer. Catrina gritaba y pataleaba porque un vampiro vestido de los pies a la cabeza de cuero negro no dejaba de manosearla. Melisa intentó agarrarla por los brazos para arrancarla de ese hombre pero él no dejaba de zarandearla. Entonces Muriel se lanzó sin éxito contra el vampiro que era el doble de su tamaño.
—¡Cabrón! —le gritó Muriel mientras intentaba golpearlo.
El vampiro que parecía un oso salvaje le dio un puñetazo que lo mandó contra el suelo sin vacilar. Cuando Melisa estaba a punto de darlo todo por perdido porque el oso había clavado sus oscuros ojos en ella, Richard apareció por detrás y le asentó un golpe en la nuca que lo hizo desplomarse al suelo. Catrina se liberó de su captor entre sollozos. Richard la cogió del suelo y se la llevó y todos empezaron a correr de nuevo.
—¡Muriel! —lo llamó Melisa con preocupación mientras seguían huyendo.
—Estoy bien —le contestó mientras se frotaba la cabeza.
Entonces su amiga Catrina levantó la cabeza del pecho de Richard y le sonrió.
—Yo también.
—Regresemos a Krea —les dijo Richard sujetando mejor a Catrina.
Melisa jamás había estado tan de acuerdo con alguien. Ansiaba encontrarse encerrada entre los muros de su reconfortante ciudad. Entonces fue cuando se dio cuenta que ella no sabía nada de lo dura que podía llegar a ser la vida.
…
Goliat, como custodio de Krea, los estaba esperando en la puerta. Por mucho que quisiera aparentar serenidad estaba claro que se encontraba nervioso por la forma en que no dejaba de moverse de un lado para otro.
—¡Mi hija! —exclamó cuando la vio llegar junto a sus amigos—. ¡Melisa! —la llamó mientras la abrazaba hasta el punto de ahogarla.
—Lo sé todo —le contestó ella con lágrimas en los ojos—. Ahora lo comprendo.
—¿Estáis bien? —le preguntó cuándo vio a Richard llegar con Catrina.
—Hemos escapado, señor.
—Gracias —le dijo dándole una palmada en el hombro—. Llévala a mi casa.
—¡No hace falta! —le contestó Catrina apartándose de su improvisado guardaespaldas.
—Necesitas descansar —le insistió Goliat.
—No se preocupe, señor. Yo me encargo de ella.
—Nosotros también nos vamos, tío —se despidió Anaïs—. Quiero que mi padre revise las heridas de Muriel.
Melisa se quedó a solas con su padre en las puertas de Krea. Contempló los pocos metros que la separaba del exterior y se preguntó hasta qué punto esa linea imaginaria podría protegerlos de los peligros que estaban apunto de avecinarse.
—Una guerra contra los Regnum será muy cara, ¿verdad? —le preguntó Melisa.
—Lo siento.
—No digas nada más, papá. Soy yo la que debe disculparse. Siempre has querido protegerme, pero soy tu hija y la futura guardiana de estos muros. Necesitamos una alianza con urgencia.
—Te he puesto un gran peso encima.
—Peso que tú me has enseñado a soportar con orgullo.
Esa noche padre e hija se abrazaron en las puertas de Krea. Rezaron para que la alianza con los Anemone fuera suficiente para proteger el gran tesoro que encerraba sus muros. Miles de vidas pendían de un matrimonio arreglado y eso para Melisa fue suficiente para darse cuenta que en la vida existen sogas que asfixian mucho más que la suya.
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