COLMILLOS DEL PASADO
Capítulo 7
La guerra
A Melisa le sorprendió lo silenciosa que podía llegar a ser la guerra por la noche. Ni gritos, espadas, jadeos o llantos, ¡nada! Lo único que rompía la normalidad era el tic nervioso que la obligaba a comprobar una y otra vez que todos los Argentum estuvieran en sus posiciones mientras se adentraban en territorio enemigo.
—¿Seguro que estás bien? —le preguntó Leandro por enésima vez. Ella lo observó bajo la luz de la luna y sus rasgos le parecieron más maduros como si hubieran pasado años en lugar de minutos desde que habían dejado Krea.
—Estoy lo mejor que puedo estar dadas las circunstancias.
Porque a pesar que los Regnum no eran los vampiros más listos ni los más fuertes, poseían dos cosas por las que más valía no meterse con ellos: orgullo e insensatez. En realidad, lo suyo más bien rozaba lo suicida lo cual, los convertía en el enemigo más peligroso cuando tenían en sus manos a Catrina.
—Mel, ya te he dicho que no va…
—¡No lo digas! —lo acalló haciendo un movimiento con la mano.
—¡Melisa! —la llamó su padre desde el otro lado del camino— ¡Ven aquí, hija! ¡DEPRISA! —Melisa se acercó a su padre y rebuscó las dagas que guardaba en sus botas.
—No debes precipitarte —le aconsejó su padre sujetándole las manos—. Según nuestro datos, Catrina se encuentra en esta guarida.
«Guarida», como la de un animal salvaje o un ser legendario del que todo el mundo habla pero nadie sabe nada con exactitud. Si bien esta también era una cueva salvaje y aterradora, en lugar de una cueva perdida entre la maleza habían elegido un edificio industrial en ruinas con sus ventanas rotas. Un esqueleto de lo que antaño había sido una fábrica próspera con vulgares palabras escritas en su entrada.
—Estamos listos, señor —le indicó Richard una vez desplegó a todos los hombres alrededor de la entrada.
Melisa se fijó en ese vampiro que parecía demasiado joven como para tener tantas vidas dependiendo de él. ¿Qué habría hecho para ascender tan rápido? Él empezó a conversar con Goliat y Leandro en término estratégicos y poco a poco Melisa se fue apagando y difuminando porque fue incapaz de aportar ningún dato o consejo. Escuchó, se limitó a observarlos y a sopesar sus argumentos mientras se iba poniendo más y más nerviosa al notar que la guarida los estaba observando.
Un destello en una de las ventanas sin cristales los puso en guardia. Empezaron a salir vampiros uniformados de allí dentro. Una fábrica que parecía demasiado destartalada e inservible para albergar semejante esplendoroso ejército. Por los colores de sus chaquetas no había duda que se trataban de los Regnum y la sangre de Melisa hirvió cuando vio a Kevin salir con ellos.
—¡De ti no me esperaba semejante traición! —le gritó con rencor. Él se rio y sus hombres lo imitaron.
—Todo esto es por tu culpa —le gritó a Melisa.
—No lo escuches —le susurró su esposo.
—Si fueras un digna heredera podríamos tolerarlo. ¡Krea necesita un guerrero!
—¡Deja que te muestre lo muy guerrera que soy!
—¡Hija! —la interrumpió su padre— Yo me encargo de esto.
Aprovechando el alboroto que se había formado fuera, Richard junto a un grupo reducido de vampiros acababa de escabullirse dentro de la fábrica. Ahora que la mecha estaba prendida no necesitaban un pretexto para iniciar una guerra y Catrina no les servía de nada.
—Buscad por todas partes —les ordenó a sus hombres—. Tiene que estar por aquí.
Todos se movieron con sumo cuidado esperando encontrar un enemigo de un momento a otro pero una espada fría y afilada encontró antes la garganta de Richard.
—Un paso más y estás muerto —le advirtió una voz que sonaba poderosa.
—¡Muy tipico de los Regnum tener a su jefe escondido! Hola, Melvin.
—No me hagas reir, sabes que te estaba esperando.
—Siempre has estado algo obsesionado con mi familia, ¿verdad?
—¿Lo dices por el poético final? Voy a matarte con la misma espada que maté a tu padre.
—Asesinaste —le aclaró Richard mientras la voz se le entrecortaba—. Y también a mi madre y a mi hermana.
—Es verdad, ya no me acordaba de esa mocosa.
—¡No la llames así! —se enfureció mientras la espada se le clavaba en la garganta—. Se llamaba Hécate —le recordó aguantando el dolor del corte. La sangre de Richard empezó a teñir el filo de la espada y lo soportó con la fuerza y orgullo que le había enseñado su padre.
—Siempre me ha gustado tu orgullo. Hubieras sido un buen guerrero si no hubieras estado en el bando equivocado.
—No es cierto —le contestó Richard que ya había logrado ver a uno de sus hombres escabullirse como una sombra entre las columnas de la nave—. Contigo no hubiera ido a ninguna parte.
—Eso ya da igual —le dijo Melvin levantando su espada para darle una última estocada.
En ese momento la sombra Argentum salió de su escondite y se precipitó encima de Melvin. Richard se giró rápidamente arrebatándole la espada. Su hombre inmovilizó al señor de los Regnum y esperó.
—Este final es bastante poético —le dijo Richard—. Ahora vas a morir tú con la espada que asesinaste a mi familia.
Los ojos del jefe de los Regnum se abrieron de par en par e intentó gritar pero le fue imposible porque Richard le dio un golpe con el mango de la espada que lo dejó inconsciente.
—Lástima que Goliat me ha ordenado no matarte. Llevadlo a Krea y encerradlo. ¿Habéis encontrado ya a Catrina?
—No hay rastro, señor.
—¡Eso es imposible!
—Creo que nos hemos adelantado —le advirtió un vampiro encapuchado—. ¿Empezáis una guerra contra los Regnum y nadie nos avisa?
—¿Un Anemone? —se sorprendió Richard al reconocerlo del día de la boda de Melisa— ¿Qué hacéis por aquí?
—Por lo visto rescatar algo que os pertenece y de paso, matar a algunos Regnum.
Catrina salió de detrás del muro en el que se había estado apoyando y fue directa hacia Richard. Por el camino se calló a causa del cansancio y él tuvo que sujetarla.
—¡Richard! —la llamó con la cara manchada de barro.
—Ahora estás a salvo, ya ha terminado todo.
—¿Y Melisa?
—Ella va a estar bien —le contestó sacándola de ese edificio para devolverla a Krea.
…
Melisa no soportó que Kevin llamara idiotas a los ciudadanos de Krea. Él que se había paseado por la ciudad como tal cosa e incluso le habían pasado por alto sus tonterías. ¿Así le pagaba la paciencia que su padre había tenido con él?
—¡Retíralo! —le advirtió una última vez, pero como él se quedó impasible con los brazos cruzados, ella no tuvo más remedio que atacarlo.
Melisa saltó con la velocidad de una bala hacia su adversario pero éste, la empujó con fuerza. Goliat nada más ver a su hija caer al suelo salió en su defensa.
—¡Matadlo! —gritó Kevin aprovechando el descuido del señor Argentum.
Para los Regnum no existían las guerras justas. Para ellos las peleas se limitaban a morir o vivir así que estaban dispuestos a aprovechar cualquier superioridad numérica para subsistir. Veinte vampiros se abalanzaron sobre Goliat mientras el resto de los Argentum salían disparados para proteger a su señor. Dos muros colosales chocaron con tanta fuerza, que por un momento la noche se vio iluminada por el resplandor de sus espadas.
—¡Siempre has sido demasiado blando cuando se tratara de tu hija! —se burló Kevin desde la retaguardia mientras uno de sus hombres acababa de clavarle su espada.
Melisa contempló la sangre de su padre salir a borbotones. Parecía la copa de su desayuno derramándose con la única diferencia que en lugar de comida era la vida del ser que mas amaba la que se estaba escapando. Temblorosa buscó las dagas de sus botas y se las arrancó con rabia. Un único pensamiento fluyó a través de sus venas cuando volvió a ver la imagen del cuerpo de su padre.
Melisa expuso los colmillos y gritó ferozmente mientras se abalanzaba contra su cobarde enemigo. El resto de los Argentum seguían luchando encarnizadamente contra los Regnum mientras ella solo deseaba terminar de una vez por todas con Kevin. Movió las dagas de un lado para otro intentando encontrar un trozo de carne blanda para derramar su sangre de la misma forma que se estaba vaciando Goliat.
—¡Voy a destrozarte! —masculló mientras corría.
Leandro saltó para proteger a su esposa pero poco pudo hacer. Ella se movía con frenesí como si fuera un robot desbocado. De izquierda a derecha no dejaba de lanzar sus dagas para matar a Kevin y él, por muy experto que fuera con la espada, no estaba seguro de no dañarla si atacaba.
—¡Deja que yo me encargue! —le gritó nervioso.
—Ni hablar —le contestó su esposa en un tono bajo y tranquilo a pesar que no dejaba de moverse.
—Melisa, esto es una locura.
—¡Ya eres mío! —gritó cuando uno de sus pequeños puñales lograba clavarse en la garganta de Kevin. Éste pegó un grito de dolor mientras ella se lo hundía— Te merecías sufrir más —fueron las últimas palabras que escuchó el vampiro antes de morir.
Melisa se dejó caer encima de su padre. Tenía las manos llenas de sangre y no estaba muy segura a quién le pertenecía. Entonces apretó la herida de su padre como si pudiera detenerla con sus manos a pesar que ya había una gran mancha a su alrededor.
—Ya ha pasado —le dijo con la intención de tranquilizarlo—. Vas a ponerte bien.
Alguien tiró de Melisa con cuidado y se llevaron a su padre. Exhausta, le pareció perder el conocimiento unos segundos mientras se contemplaba sus manos llenas de sangre. «Es la misma sangre», pensó mientras la zarandeaban.
—¡Melisa! —la llamó Leandro para que reaccionara— .Melisa.
—¿Qué ocurre? —le preguntó ella.
—Tu padre ha muerto.
Otra vez el silencio se apoderó del lugar. Una paz escalofriante que necesitaba romper. Ninguno de los Argentum allí presentes le resultaron familiares por mucho que se hubiera criado con ellos. Todos parecían de cera a punto de derretirse. Solo un destello anaranjado logró sacudirla. Catrina con su pelirroja melena despeinada se abrazó a su mejor amiga y ambas, como si juntas formaran un pilar que por separado quedaba cojo, se dieron fuerza. La una sujetó a la otra cuando creía que iba a caerse y de esta forma, todos regresaron a Krea con su señor Goliat muerto. Una guerra que les había arrebatado a su señor y que acababa de arrancarle el corazón a Melisa.
Epílogo
Leandro acompañó a su esposa en su luto, se quedó en silencio cuando no deseaba escuchar a nadie y la abrazó cuando necesitaba consuelo. Poco a poco el instinto de supervivencia floreció en ella y aceptó ocupar el puesto que en un principio se había negado a ocupar.
—No puedo creerme que seas capaz de encargarte de todo tu sola.
—¡Deja de menospreciarme, Cat! Bien podrías hacer tú algo de provecho y encargarte de tu parte.
—Sabes que a mí siempre se me ha dado de lujo estar por aquí contigo dándote apoyo moral.
—Claro, ¿y no será que estás por aquí porque Richard y Leandro están reunidos con los Anemone?
—¿Era necesario que lo acompañara mi esposo?
—Es mi mano derecha —le contestó Melisa— .No te hagas la sorprendida, sabías perfectamente con quién te casabas.
—Cierto. Esa caballerosidad suya resulta exasperante. ¿Y qué vamos a hacer tú y yo ahora?
—¿Dirigir la ciudad? Encárgate de esas carpetas antes del mediodía. Por la tarde hay que ir a una reunión con el departamento de comerciantes.
—¡Es un rollo!
—Lo sé, pero a cambio esta noche podremos salir de fiesta.
—¿Esta vez también nos escaparemos por la cocina?
—¡Ni hablar! Con un Leandro en mi vida es suficiente —le contestó Melisa firmando unos documentos.
—¿Sabes qué? —le dijo Catrina—. Por mucho que siempre os quejéis el uno del otro se nota que os queréis.
—Se nota —le contestó Melisa con una sonrisa.
FIN
¡Muchas gracias!
Me hace extremadamente feliz saber que has leído esta historia hasta el final. ¿Qué te ha parecido? Salúdame sin miedo y cuéntamelo. Si deseas apoyarme puedes hacerlo por Instagram @albashirahime (me ayudarías mucho a seguir con mi pasión). Aaah… y recuerda que tengo muchas más historias publicadas en este portal. ¡Sírvete libremente! Valeeee ya paro de atosigarte y te dejo seguir con lo tuyo. *Alba se marcha tarareando una canción. Se encierra en su cueva. De repente se escucha un teclado de ordenador que parece poseído por el demonio*. ¡Abrazos!
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