Capítulo 10 – Mortalmente confundida
Silencio. Sensación hueca y helada que ensordece la mente cuando la atrapa. El silencio otorga intensidad, nitidez y claridad. Con él de aliado uno es capaz de lo impensable, incluso de revelar un monstruo mortalemente confundido.
Cuando el silencio de la habitación de Alysa fue sustituido por un chasquido, el corazón se le aceleró mientras esperaba que esos dos terrenis de Las águilas doradas terminaran de hacer lo que fuera que estuvieran haciendo.
—¿Alysa? —la llamó entonces el chico que había intentado matarla hacía apenas veinticuatro horas y del que no terminaba de fiarse.
—¿Si?
—Ya puedes salir de la cama —le dijo Reik desde la puerta.
—¿Y esto? —le preguntó señalando las cámaras de vigilancia de su habitación.
—Por eso no te preocupes —le contestó Zale asomándose por el umbral de la puerta—.Debemos marcharnos ya. Tenemos poco tiempo.
—Claro —murmuró Alysa saltando de su cama—. Algún día tendréis que explicarme cómo sabéis tanto de estas cosas —les dijo señalando la puerta.
—Algún día —le contestó Reik con el rostro serio.
—Nora está en esta habitación —les dijo Alysa mientras caminaba al lado de los dos terrenis de Las águilas doradas.
—Lo sabemos —le dijo Zale que ya se encontraba enfrente la habitación de Nora. Entonces rebuscó dentro de su bolsillo y sacó una tarjeta que la pasó por el pomo y la puerta se abrió.
—¿Tenéis llaves maestra de todas las habitaciones? —le preguntó Alysa a Reik mientras éste solo mantenía una enigmática sonrisa. Entonces Nora salió de la habitación con una expresión confundida en el rostro.
—¿No habrá problema con las cámaras? —les preguntó ella mientras los chicos resoplaban.
—¿Tan estúpidos creéis que somos? —les preguntó Reik mientras Zale se acercaba a la habitación de Lilah y la abría.
—No lo sé. En realidad tampoco es que habléis mucho —les contesto Alysa mientras se sentía frustrada porque normalmente siempre era la que tenía las respuestas a todo.
—¿Se puede saber por qué soy la última? —les preguntó Lilah algo mosqueada al percatarse que ya todos habían salido de sus habitaciones.
—Shh… silencio —le ordenó Zale poniéndole un dedo encima de sus labios,
—¿Y ahora qué hacemos? —les insistió Nora mientras contemplaba el pasillo vacío.
—Vamos a ir al otro lado —les explicó Reik—. Pero tendremos poco tiempo.
—¿Cuánto es poco tiempo? —le preguntó Alysa que ya empezaba a impacientarse por sus respuestas vagas y ambiguas.
—Poco —se limitó a aclararle.
Alysa fulminó a Reik con la mirada pero éste pareció inmunizado porque pasó de largo y se limitó a guiarlos por el pasillo. Cuatro terrenis siguieron a su líder en silencio serpenteando unos pasillos vacíos y huecos hasta que llegaron a una esquina que a Alysa le resultaba familiar. Allí terminaba su perímetro, hasta ese punto había llegado su libertad. ¿Habrían ellos ido mucho más allá? Zale hizo una señal con la mano para que se detuvieran.
—Aquí hay que saltar —les dijo señalando el suelo de sus pies—. Hasta ese punto de allí —les explicó señalando unos metros más allá de distancia. Alysa, Nora y Lilah se miraron sin comprenderlo—. Esa cámara es imposible de controlar —les aclaró señalando un pequeño agujero negro del techo que intuyeron que sería una cámara.
—¿Pretendes llegar hasta allí de un salto? —le preguntó Nora atragantándose.
—¡Claro! —le dijo Zale acercándose a ella mientras sus ojos se transformaban en dos esferas negras. Entonces cogió a Nora como si fuera un cojín de plumas. Ella quiso gritar pero se detuvo porque no deseaba poner en peligro a sus amigas. Entonces la temperatura de Zale aumentó a causa de su poder y se la llevó de un salto al otro lado. Por un momento a Nora le pareció que Zale se convertía en un ángel y aunque quizá fuera uno de plumaje oscuro, le resultó el ser más mágico y precioso del mundo— ¿Lo ves? Hemos llegado —le dijo Zale mientras aún la sostenía entre sus brazos y le mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Nora aún podía notar la fuerza del ónice contra su cuerpo, el cabello rubio despeinado y sus ojos negros como la noche que la contemplaban con tanta intensidad que tuvo que apartar la mirada.
—Para ti es fácil —le contestó sintiéndose diminuta.
—Tú tienes otras virtudes —le dijo en voz baja. Antes que Nora pudiera preguntarle cuáles eran esas virtudes porque desde pequeña las había estado buscando, Lilah los sorprendió apareciendo a su lado.
—¡Esto cada vez es más emocionante! —les dijo con una sonrisa en su rostro mientras sus ojos pasaban del naranja al castaño.
—¡Chicos! —llamó Zale a Reik y Alysa que parecían anclados en la esquina del otro lado— Es para hoy —se quejó mientras parecía encontrarse la mar de cómodo manteniendo a Nora entre sus brazos. Entonces Reik contempló a Alysa con la intención de ayudarla pero por supuesto, esa terrenis diamante se sintió ofendida y saltó sola hacia el otro lado donde sus amigos la estaban esperando. Nada más aterrizar en el suelo Alysa notó algo duro contra su espalda y unos brazos que le rodeaban la cintura con demasiada libertad.
—¡Cuidado! —le susurró Reik mientras se pegaba más a su espalda— Podrías hacerte daño.
—¡Aparta, estúpido! —le dijo Alysa en un gruñido. Entonces empujó las manos de Reik con rabia y se apartó de un salto mientras sus ojos seguían tan blancos como las nubes y los de Reik ya se habían calmado. Entonces ella suspiró mientras se fijaba en su ropa negra y dorada que lo hacían verse como un príncipe. ¡Ese tío sin duda se creía superior a ella!
—Dejaos de tonterías —los reprendió Zale que ya había dejado a Nora en el suelo—. Ahora hay que llegar hasta esta sala —les explicó el único que parecía centrado en su misión. El dedo de Zale se dirigía hacia una puerta doble metalizada que parecía esconder un gran secreto.
—¿Qué hay allí? —le preguntó Lilah.
—Pruebas, esperemos —le dijo. Zale rápidamente cogió la mano de Nora para que no se apartara de su lado. Ella lo miró un instante sorprendida pero tuvo que apartar la mirada porque acababa de sonrojarse muchísimo.
—Vosotros tres iréis a esa sala —les explicó Reik señalando a Nora, Lilah y Zale—. Tenéis menos de cinco minutos para buscar lo que sea que pueda ayudarnos.
—¿Y qué haremos? —le preguntó Nora— ¡Ni siquiera sabemos qué buscamos!
—Necesitamos información para huir —le dijo—. Allí dentro podéis encontrar planos que nos ayudarán a escapar.
—¡Joder! —estalló Alysa que ya no podía aguantarse más— Nos vas a mandar allí y ni siquiera nos has contado nada.
—No es así —la desafió Reik—. Tú y yo no vamos a ir allí.
—¿A dónde iremos?
—A buscar a tu amiguito —le dijo Reik con una mirada helada.
—¿Vanir? —le preguntó sorprendida.
—¡Claro! ¿Crees que vamos a dejar que lo maten?
—¡Un momento! —los interrumpió Lilah— ¿Por qué matarlo?
—¿Es que creéis que esto es una maldita casa de muñecas? —les preguntó Zale mientras apretaba la mano de Nora— Aquí pueden jodernos de verdad, si se enteran que…
—¡Basta! —lo interrumpió Reik—. No necesitan saber nada más.
—¡Claro que sí! —estalló Alysa— No sabemos nada.
—Entonces busca otro momento, se nos acaba el tiempo —le contestó Reik dando por finalizada la conversación. Zale aprovechó para llevarse a Nora mientras Lilah los seguía hacia la puerta.
—¡Juro que no te soporto! —le gritó Alysa acercándose a Reik.
—Pues ahora sigue a este insoportable y pisa donde yo pise —le dijo cambiando el color de sus ojos.
Reik adoptó la agilidad y precisión de una pantera. Salto a salto fue alejándose de Alysa a través de un rompecabezas imaginario y le indicó una senda por la que avanzar. En apariencia no había nada inusual en las pisadas de Reik pero ella sabía que si no seguía al milímetro a ese chico prepotente podía darse por fastidiada. Ambos fueron interpretando una danza silenciosa a través del pasillo vacío y a media que avanzaban más las pulsaciones de Alysa se disparaban. Reik levantó su brazo derecho para que se detuviera y miró su reloj de pulsera mientras ella esperaba impacientemente mordiéndose el labio inferior.
—¡Sígueme! —le ordenó Reik cuando consideró que había llegado el momento oportuno. Él pegó una patada al techo y se abrió una pequeña escotilla por donde entró—. Tenemos dos minutos —le dijo activando el temporizador de su reloj.
—¿Dos minutos para qué?
—Para salir por esta puerta. Si no llegamos a tiempo, nos quedaremos atrapados —le dijo. Alysa no se atrevió a preguntarle qué pasaría si se quedaban atrapados. Sabía que era inútil preguntarle a Reik, quizá hablar con Zale resultaba más sencilo o Nora podría hacerlo por ella.
Ambos empezaron a deslizarse como dos serpientes a través del estrecho túnel que a pesar que se encontraba completamente a oscuras para ninguno de los dos supuso un problema real. Entonces comprendió porqué Reik la había elegido a ella para acompañarlo, de todos, ella era la que poseía mejor visión nocturna así que era la más indicada para ayudarlo. Después de haber avanzado más de veinte metros en completo silencio y sin hacer ruido, Reik se detuvo y palpó las paredes del lugar de donde arrancó una pequeña pieza y la dejó a un lado. Reik se acercó a la pequeña brecha de la pared que había dejado y miró. Alysa se quedó a su lado completamente tumbada mientras solo era capaz de escuchar sus respiraciones acompasadas y entonces, un grito ensordecedor la sorprendió tanto, que Reik tuvo que sujetarla para que no empezara a gritar.
—Mira —le susurró Reik pegándose a la oreja de Alysa. Ella miró tal y como le había indicado a través del pequeño agujero y casi se le escapa un alarido cuando vio a Vanir tumbado como un muñeco de trapo y conectado a miles de máquinas. ¡Dios mío!, pensó mientras sus ojos de diamante se debatían entre la tristeza y venganza.
Vanir en ese momento se movió un poco y su rostro se contrajo de dolor. A pesar que físicamente no tenía ninguna herida visible, se le veía muy debilitado. Su cuerpo era de un tono pálido ceniza y sus facciones eran mucho más huesudas. A Alysa le pareció que el cuerpo de Vanir se había reducido a la mitad y algo en el contraste entre la oscuridad de su cabello y palidez de su piel la enfermo. En ese momento Alysa se preguntó de qué color tendría sus ojos mientras respiraba con dificultad. En esa habitación Vanir parecía menos que nada, reducido a una simple sombra de lo que había sido. Enjaulado en una minúscula habitación llena hasta arriba de máquinas completamente desconocidas para Alysa. Se enfureció. ¡Él desde el principio no había querido estar allí dentro! De hecho, Vanir la había intentado ayudar para que huyera y ahora… ¡Todo estaba perdido! Esto no puede ser, se dijo, y Alysa colocó su mano contra el pequeño agujero por el que lo había estado viendo y empezó a presionarlo con fuerza con la intención de abrirlo y sacarlo de una vez de allí.
—¿¡Se puede saber qué haces!? —le preguntó Reik cerrándole la mano con la suya mientras luchaba para apaciguar su fuerza— ¿Estás loca? —le preguntó con furia mientras clavaba sus dedos entre los de Alysa.
—¡Va a morir! —le gritó haciendo más fuerza para intentar abrir el diminuto agujero y poder colarse por él. En ese momento tan desesperado para Alysa, Vanir abrió sus ojos y la miró. Sus ojos eran verdes, de un verde tan pálido que parecían casi blancos. Alysa se entristeció cuando no encontró ningún rastro de rojo en ellos. ¡Se ha ido!, pensó entristecida. Vanir estaba perdiendo sus poderes de rubí a pasos agigantados.
—Debemos irnos ya —le ordenó Reik agarrándola por los hombros. Alysa ya no lo escuchaba. Estaba tan obsesionada en salvarlo que siguió apretando ese diminuto agujero que deseaba agrandar. Reik se desesperó y tuvo que tirar con tanta fuerza del cuerpo de Alysa para arrancarla de allí que terminó estampándose contra el otro lado del estrecho pasillo donde ella quedó protegida por el cuerpo de él—.¿Eres idiota? —le preguntó mientras notaba un agudo dolor en su espalda porque se había clavado una pieza metáliza. Alysa no le contestó y él aprovechó para empujarla hacia el agujero y regresar a sus puestos. Alysa se cayó al suelo del pasillo y Reik cerró la escotilla del techo. Él respiró aliviado cuando vio a Zale, Nora y Lilah al otro lado del pasillo esperándolos—.¡Vamos! —le ordenó a Alysa mientras tiraba de ella porque parecía como si se hubiera olvidado de andar.
Alysa se encontraba desorientada, desde que había visto a Vanir allí tumbado casi al límites de sus propias fuerzas solo había querido lanzarse a él para salvarlo y una rabia tan fuerte como descontrolada le había nublado el juicio. Ahora recordaba que Reik se la había llevado y los motivos por los que lo había hecho.
—Lo siento —le susurró Alysa antes de unirse al grupo. Reik se pasó una mano por su espalda y suspiró acercándose a Zale.
—¿Estáis bien? —les preguntó Zale. Alysa quería decirle que solo estaba impresionada por lo que había visto pero en ese momento Reik se cayó al suelo.
—¿Qué le ocurre? —le preguntó Nora a Zale con preocupación.
Alysa rápidamente lo sujetó entre sus brazos y se fijó en su mueca de dolor. Entonces dejó de presionar su espalda y su rostro se relajó. ¡Es por mi culpa!, se atormentó mientras intentaba que abriera sus ojos.
—¿¡Reik!? ¡Dime algo! —le insistió. Zale colocó sus manos en los hombros de Alysa y delicadamente la apartó de su amigo.
—Está exhausto, solo es eso —le explicó—. Lo he visto peor —intentó tranquilizarla. Alysa no estaba del todo segura si se lo había dicho para dejar de preocuparla o porque realmente fuera cierto—. Tenéis que iros ahora, las cámaras volverán a funcionar pronto. Podéis entrar en vuestras habitaciones sin problemas.
—¿Y tú? —le preguntó Nora.
—Yo me llevaré a Reik a su habitación.
—¡Pero van a sospechar! —le dijo Alysa que se negaba a dejar a Reik tendido en el suelo.
—No lo harán.
—¿Por qué estás tan seguro? ¡Si lo encuentran en este estado sabrán que ha hecho algo!
—¡Cállate! —le respondió Zale con fiereza mientras recogía a su amigo del suelo— Largaros ya, ¡esto es peligroso! —se despidió con sus oscuros ojos negros. Alysa se quedó aturdida con la imagen de ese demonio de mirada oscura llevándose a Reik. Un nudo en la garganta empezó a asfixiarla por dentro hasta que la mano cálida de Nora la despertó.
—Regresemos —le susurró Nora dándole la mano. Alysa le sonrió con tristeza y ambas saltaron a través del pasillo para regresar a sus habitaciones.
—¿Qué le ha ocurrido a Reik? —preguntó Nora antes de entrar en su habitación.
—Hemos encontrado a Vanir.
—¿Y? —le preguntó Lilah asomándose por el pasillo.
—Lo tienen en una cama atado y está muy pálido.
—Por pálido te refieres a….
—Sus ojos casi no tienen color —matizó Alysa.
—¡Esto es un infierno! —exclamó Nora horrorizada.
—¿Y vosotros? ¿Habéis encontrado algo?
—Lilah ha encontrado unos papeles.
—En realidad eran unos planos —le explicó Lilah—. Zale parecía muy interesado en encontrar los planos de la Sala AT, aunque no tengo ni idea de qué significa.
—¿Y qué ponían?
—No lo sé —le dijo levantando los brazos—. Zale me los ha arrancado de las manos.
—¿Qué demonios nos estrán ocultando esos dos?
—Ellos saben lo que se hacen —le dijo Nora con un gran instinto protector—. Si no fuera por ellos…
—¡De momento no han hecho nada! —le contestó Alysa— Nos han prometido mucho pero, por ahora, solo nos han tratado como si fuéramos estúpidas.
—Tienes razón —sentenció Lilah—. Nosotras somos poderosas también pero ellos parecen estar siempre un paso por delante.
—Esto huele fatal —les dijo Alysa—. Vámonos a la cama ya, no tengo ni idea de hasta cuándo controlarán las cámaras ese par.
—Buenas noches —les dijo Nora que parecía la menos adversa a cooperar con Zale y Reik.
—Lilah —la llamó Alysa disimuladamente cuando se aseguró que Nora se había alejado—. Debemos tener cuidado, ya sabes.
—Lo sé —le dijo guiñándole un ojo para después encerrarse en su habitación.
Alysa se metió en el pequeño baño de su habitación y se quedó unos segundos en silencio antes de empezar a llorar. No tenía muy claro porque lloraba pero sabía que gran parte de sus lágrimas eran por Vanir y por lo que había visto. Entonces empezó a recordar a Reik tumbado en el suelo inconsciente y empezó a preguntarse si acaso él había colapsado por su culpa. Alysa se había descontrolado al ver a Vanir en semejante estado y seguramente Reik había tenido que usar gran parte de su poder para controlarse a sí mismo y controlarla a ella. ¡No pienses en eso!, se dijo. Reik y Zale sabían más de lo que querían contarles, en realidad, parecían extrañamente familiarizados con la base. ¿Por qué demonios iba a confiar en quiénes no confiaban en ella?
…
Zale dejó a su amigo y compañero en su cama y éste, abrió un poco sus ojos.
—Gracias —le susurró con la voz muy débil.
—Cállate y descansa —le contestó mientras lo acomodaba.
—Ella ya lo ha visto —le dijo Reik con una sonrisa débil.
—¿No me digas? Por tu estado cuesta imaginarlo. Ahora duérmete y deja que tu plan suicida siga su curso.
—¿Lo has encontrado? —le preguntó Reik.
—Lo tengo —le dijo Zale mostrándole el plano—. Ahora me largo, las cámaras volverán a reactivarse en pocos minutos.
—Descansa —le dijo Reik.
—Descansa tú, amigo, te ves horrible.
Zale se fue de la habitación para fingir que nada había sucedido. Cogió el plano y lo memorizó antes de destruirlo con sus manos. «No dejar rastro», esa había sido desde siempre la primera norma del plan suicida de Reik.
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