Capítulo 12 – Piedra de luna, más allá del presente
Cuando te das cuenta que te encuentras sola… Que nadie, ni siquiera tus queridísimos y poderosos padres saben dónde diablos estás metida, es el momento de empezar a correr. De nada te sirve quedarte en ese lugar que apesta a peligro y amenaza cuando has visto los opacos ojos de la muerte.
…
Alysa abrió la puerta de su habitación mientras se recordaba el motivo por el que lo estaba haciendo. Entonces vio una pequeña cabeza que le daba la espalda y que no dejaba de moverse en medio del pasillo y deduzco que se trataba de Lilah.
—¿Tú también has recibido la nota? —le preguntó Alysa acercándose a ella. Lilah le mostró el papel arrugado mientras le clavaba sus ojos y endurecía sus facciones. Esa era de las pocas veces que había visto a Lilah tan seria y preocupada, y aquello la inquietó aún más.
—Esto es peor de lo que nos imaginábamos. Estamos hablando de…
—¡Cállate! —le susurró Alysa colocándole la mano encima de su boca— Ya hablaremos cuando estemos fuera.
Entonces la tercera puerta se abrió y Alysa suspiró aliviada cuando vio a Nora aparecer.
—¿De qué va todo esto? —les preguntó Nora.
—No lo sabemos—le contestó Lilah—. A mí solo me han dado esta nota.
—¿Nada más? —le preguntó Nora jugueteando nerviosamente con un mechón de cabello que se le había escapado de su coleta mientras releía la carta de Alysa— La mía dice exactamente lo mismo.
—Debemos marcharnos —les recordó Lilah.
Las tres se mandaron una mirada dubitativa. Ninguna quería empezar la huida y solo el temor que alguien pudiera atrapándola infringiendo las normas fue lo que les brindó el coraje suficiente para andar.
—¡Vamos! —exclamó Lilah más para ella misma que para el resto del grupo.
Las tres anduvieron a través del pasillo por la misma línea imaginaria que habían marcado cuando habían ido con Reik y Zale.
—Hay que ir hasta el final del pasillo —les recordó Alysa mientras se aseguraba que el camino estuviera despejado. Lilah y Nora asintieron en silencio mientras notaban su pulso acelerado ahogándoles la garganta.
Entonces Lilah se detuvo en seco en el punto donde debían saltar para que las cámaras de seguridad no las atraparan. Mandó una mirada a Nora y Alysa le agarró la mano disimuladamente pero Nora se la soltó.
—¡Dame la mano! —le exigió Alysa— Debemos saltar.
—No es mi primera vez —le respondió Nora—. Esta vez creo que puedo saltar sola.
—¡Creerlo no es suficiente! —le contestó Alysa en un tono duro— Dame la mano —le insistió.
—Es por tu seguridad —la apoyó Lilah . Nora suspiró y se resignó mientras se sujetaba a su amiga. Las tres pegaron un gran salto que las llevó al otro lado del pasillo en cuestión de segundos.
—Ahora hay que llegar hasta allí abajo —les indicó Alysa señalando el final de otro pasillo.
—¿Y después? —le preguntó Lilah que iba fijándose en la parte trasera del grupo por si aparecía cualquier contratiempo.
—Allí Reik abrió una escotilla en el techo y nos metimos dentro.
—¿Cómo? —le preguntó Nora.
—Ahora lo verás —le contestó Alysa mientras cambiaba el color de sus ojos al blanco. Entonces le mandó una experta patada al techo. Un golpe seco, insonoro y preciso hizo que la tapa se abriera como si fuera un bote de mermelada.
—Ya veo —contestó Lilah mientras se zambullía a través del agujero. Entonces estiró sus brazos para ayudar a Nora.
—¡Esto puedo hacerlo yo sola perfectamente! —le reprochó . Lilah se apartó respetuosamente y dejó que entrara.
—¿Y ahora qué? —les preguntó Lilah cuando Alysa entró—¡Dios! ¿Qué es esto? —preguntó alarmada al darse cuenta que estaban en un escondite sin salida— ¿Estáis seguras que quieren ayudarnos? Esto parece una trampa.
—¡No grites! —le ordenó Alysa—. Aquí la voz resuena. ¿Has cerrado la escotilla?
—Sí, todo está bien —le dijo Lilah mientras se aseguraba que la tapa estuviera perfectamente colocada.
—Entonces, seguidme.
Las tres empezaron a avanzar mientras a Alysa se le secaba la garganta porque aún podía recordar con demasiada claridad el escalofriante momento en el cual Reik le había mostrado el lamentable estado en que se encontraba Vanir.
—¿Estás bien? —le preguntó Nora dándole un codazo porque Alysa se había detenido.
—Claro. Es por aquí —indicó Alysa.
—¿Por aquí es por dónde se supone que van a salvarnos? —le preguntó Lilah sin captar cómo un callejón sin salida podía ser su salvación.
Alysa asintió en silencio mientras intentaba buscar con sus dedos la pequeña tapa de la mirilla que estaba segura que se encontraba por algún lado. Pero antes que pudiera encontrarla, un fuerte golpe metálico la paralizó. Entonces otro golpe más fuerte y cercano las puso a las tres en alerta y mientras se preparaban para lo peor. De repente, un gran agujero por el que se filtraba una gran cantidad de luz se abrió a pocos metros de ellas. Alysa se colocó al frente del grupo mientras intentaba identificar a su enemigo. Cautelosamente se acercó a la gran abertura por la que podría colarse con facilidad y solo fue capaz de ver una habitación blanca y luminosa que parecía el cielo.
—¿Alysa? —escuchó como alguien la llamaba. Era una voz masculina y jovial pero que no se asemejaba a ninguna voz de ningún terrenis de Las águilas doradas. Por eso, por precaución y estrategia, no le contestó y se quedó cubriendo a sus amigas como si fuera una gallina protegiendo a sus polluelos mientras se fijaba en la habitación que se encontraba a solo un salto pero en la que no lograba identificar a nadie— ¿Lilah? —preguntó la voz mientras las tres permanecían juntas. Entonces apareció una mano enguatada negra a través del agujero y Nora tuvo que cubrirse la boca para no gritar— ¿Sois vosotras? —les preguntó una cabeza asomándose. Un par de ojos oscuros se quedaron mirándolas fijamente unos segundos. Alysa se quedó sin habla mientras contemplaba el rostro de ese chico cubierto por un pasamontañas.
—Soy Gerald, creo que nos conocemos —le dijo despejándose el rostro. Alysa al ver su complexión alta y fuerte lo reconoció. Gerald era el extraño chico que había entrado en su habitación para entregarle unas pastillas el día que se había encontrado mal—. Reik os está esperando —les explicó.
—Así que en realidad puedes hablar —le dijo Alysa al darse cuenta que ahora parecía menos robótico y más humano.
—Cuando trabajo soy mudo, pero lo escucho todo —le explicó guiñándole un ojo—. Ahora necesitamos ser rápidos —les advirtió Gerald mientras cubría el agujero con una gran plancha metálica que parecía no pesar nada bajo sus grandes y musculosos brazos—. Seguidme en completo silencio y no os separéis.
—¿De qué lo conoces? —le preguntó Nora mientras esperaban que Gerald tecleara algo en el ordenador de la sala.
—El día que estuve en la cama enferma, él me entregó unas pastillas que me ayudaron a encontrarme mejor.
—¿Te fías? —le preguntó Lilah.
—No lo sé, pero es lo único que tenemos.
Gerald las guió por varios pasadizos vacíos, salas que llevaban a más salas y puertas cerradas con códigos, llaves y tarjetas que él abrió con facilidad. Parecía que ese terrenis sabía perfectamente lo que se hacía y que estaba francamente bien familiarizado con esa base y con toda la tecnología que lo rodeaba. Finalmente Gerald llegó a la última puerta y Alysa supo al instante que se encontraban muy cerca de la libertad porque el aire era fresco y limpio.
—Ahora tenéis que correr en línea recta aunque esté oscuro. Al final de todo encontraréis un coche. Subiros a él sin dudarlo.
—¿Tú no vas a acompañarnos? —le preguntó Lilah mientras Gerald le sujetaba la puerta de salida.
—Sí, pero necesito quedarme aquí para despejaros el camino. ¿Crees que esta gente de aquí dentro es tonta? —le preguntó con una sonrisa que sonrojó a Lilah.
—¡Vamos! —las animó Alysa saliendo como una bala.
Las tres corrieron en línea recta a través de la noche. En medio de esa negrura solo se escuchaba la respiración agitada de las tres terrenis. La mano temblorosa de Nora fue sujetada por la de Alysa que temblaba tanto como la suya porque en ese momento ninguna de ellas estaba segura si iban a librarse de esta o iban a meterse en la garganta de un lobo peor. Entonces, escucharon como si algo se abriese delante de ellas y un aire aún más fresco y húmedo les llenó los pulmones.
—¡El exterior! —gritó Nora de puro júbilo al ver el cielo estrellado y al fondo, pudieron entrever la silueta de una gran furgoneta esperándolas.
Un suelo de gravilla oscura apareció en sus pies rodeado por una valla metalizada que llegaba hasta el mismísimo cielo. Alysa se dio la vuelta para ver la pequeña puerta por la acababan de salir. En ese momento la puerta se estaba cerrando y temió que Gerald no pudiera escapar. Pero como sabía que apenas tenían tiempo, tiró de su mejor amiga y siguieron corriendo con todas sus fuerzas hacia la furgoneta. El coche abrió su puerta trasera en señal de bienvenida y la primera en aventurarse dentro fue Alysa la cual, se sentó dejando espacio a sus amigas mientras se encontraba aun temblando por el frenesí de la noche. En ese momento levantó su rostro algo sudoroso, se pasó una mano por la frente y se quedó asombrada.
—¿Vosotros? —les preguntó a Zale y Reik que se encontraban acurrucados en el asiento de atrás como si llevaran mucho tiempo esperándolas.
—¿Creías que íbamos a irnos sin vosotras? —le preguntó Zale. ¿Y por qué no?, se preguntó, ¿por qué no irse sin ellas?
—¿Y Vanir? —le preguntó Alysa.
—Está en el coche de delante —le dijo Reik mirándola por primera vez.
—Tranquila, está con médicos expertos. Lo están tratando —le aclaró Zale—. Supongo que ahora empezarán vuestras preguntas, ¿verdad? —Zale miró a las tres terrenis con una sonrisa mientras el coche arrancaba y se alejaba de ese lugar espantoso—.El viaje será largo, tenemos tiempo.
—¿Dónde vamos? —le preguntó Nora.
—A un lugar lejano, dudo que lo conozcas —les dijo mientras Alysa se fijaba en el misterioso conductor ataviado con un pasamontañas—. Cuando lleguemos, lo sabréis.
—¿Eres Gerald? —le preguntó Alysa al conductor. Él se giró y le sonrió bajo su máscara.
—¿Preocupada por mí? —le preguntó son sorna.
—No logro comprender qué tiene que ver esto —les dijo Alysa señalando la cúpula metalizada que ya quedaba muy lejos—.Con vosotros.
—Verás, es complicado —le contestó Gerald que acababa de quitarse el pasamontañas.
—¡Venga ya! —le reprochó Lilah— Prometisteis respuestas —lo acusó lanzándole la carta que había recibido.
—¡Ten cuidado, estoy conduciendo!
—Vale, vale. Tenéis razón —les dijo Zale que acababa de ponerse serio—. El científico y director del famoso proyecto Atenea, es el padre de Reik.
En ese momento el coche se sumió en un incómodo silencio mientras Alysa se fijaba en el rostro serio y enmudecido de Reik.
—¿Y qué tiene que ver que sea tu padre con esto? —le preguntó Lilah— ¿Qué se supone que significa ?
—Nosotros también queremos huir —le explicó Gerald.
—¿Y? —le insistió Alysa.
—Te lo dijo una vez Reik. Todos queremos lo mismo.
—Entonces responded a nuestras preguntas de una vez. ¡Tú me dijiste que ibas a explicármelo todo! —acusó a Reik que estaba exasperadamente mudo desde que habían escapado.
—Odio a mi padre —abrió la boca por primera vez. La mirada oscura y sin emoción de Reik heló a Alysa—. Es el ser que más odio de este mundo y créeme que si pudiera matarlo con mis propias manos…
—¡Basta ya, Reik! No hace falta que se lo digas así —lo reprendió Zale.
—Ellas quieren saberlo —le dijo—. Mi mayor felicidad sería matar a mi padre con mis propias manos. ¿Te parece esta una explicación suficiente?
—Creo que ahora las has asustado —le contestó Gerald que era el único que parecía sentirse cómodo con este tipo de conversaciones.
—Es mejor así —sentenció Reik—. Ahora ya sabéis que quiero lo mismo que vosotras.
—¿Y qué te hace creer que nosotras también queremos matarlo? ¡No somos asesinas! —le gritó Nora que sentía que había muy poco sentido común en la furgoneta.
—Porque tu amiga ha visto lo que quieren hacer con nosotros —le contestó Reik.
—Solo vi lo que le hicieron a Vanir —le dijo Alysa—. Asesinar a alguien a sangre fría es distinto, no sé…
—Vanir no quería estar en el proyecto —le explicó Zale—. Se mostró tan poco cooperativo que quisieron deshacerse de él.
—Pero, ¿qué es lo que pretenden hacer con nosotros? —le preguntó Lilah.
—Quieren crear terrenis perfectos, o casi —le dijo Reik con cierta rabia contenida.
—¡Tú ya eres un rubí que está por encima del resto! —le replicó Alysa. Reik le sonrió cínicamente.
—¿Y si pudieras unir el poder de un rubí y un diamante?
—Me estás diciendo… ¡Eso es imposible!
—Por el momento lo es —le contestó Reik—. Pero mi padre está obsesionado en lograrlo. Vanir fue el primero, quería drenar su poder para inyectárselo a otro. Han encontrado una forma de hacerlo con terrenis menos poderosos, pero con un auténtico rubí como Vanir, se hace más complicado.
—¿Por eso se arriesgaron? —les preguntó Nora que estaba desolada por todo lo que estaba escuchando— ¿Como no cooperaba iban a experimentar con él a pesar que eso significaba qmatarlo? —Zale asintió en silencio y carraspeó.
—Entonces, ¿Vanir ya no es un rubí? —insistió Alysa.
—No lo sabemos —le dijo Zale—. De momento nos conformaremos si mañana sigue con vida.
—¡Dios, es espantoso! —se lamentó Lilah.
—Lo es —afirmó Gerald—.Por eso no podemos permitirlo.
—¿Vosotros vais a luchar contra “ellos”? —les preguntó Alysa refiriéndose a esa gran cúpula metalizada que ahora le parecía una bomba letal.
—Con la ayuda de muchos más, sí, vamos a destruir la Primera base —Reik miró la gran masa metalizada a lo lejos como si estuviera memorizando la forma de su enemigo.
—¿Muchos más? —le preguntó Alysa que necesitaba saber hasta qué punto podrían ser ellos suficientes para poder derrotar a esa gran monstruosidad que se había creado en medio del bosque.
—Cuando lleguemos allí los conoceréis.
—¿Entonces sois rebeldes? —le preguntó Lilah.
—¿Rebeldes? —se mofó Gerald— ¿Parecemos rebeldes?
—No lo sé, jamás he visto uno —le contestó Lilah con franqueza.
—Somos de la Rosa Dorada —le dijo Gerald mientras seguía conduciendo por caminos inestables.
—¡Venga ya! —exclamó Lilah—La Rosa Dorada es…—pero se calló cuando vio la mirada seria de Reik y Zale.
—¡Pero si tenéis nuestra edad! —exclamó sin poder creérselo. Los miembros de la Rosa Dorada eran los mejores guardianes de su raza. Terrenis perfectamente preparados y entrenados para mantener el orden entre los suyos y solo los más aptos y talentosos podían formar parte de ellos.
—No somos tan jóvenes —le contestó Zale—. De hecho, hace cuatro años que Reik y yo dejamos de ir a Las águilas doradas. Gerald ya es el viejo del grupo, él ni se acuerda de cuando acudió allí.
—¡Tampoco te pases! Solo soy dos años mayor que vosotros.
—¿No estudiáis en Las águilas doradas? —les preguntó Alysa que se estaba poniendo roja de ira.
—Ahora mismo, no —le dijo Zale. Su sonrisa fue la gota que terminó con toda la paciencia de esa terrenis diamante.
—¿¡Y qué se supone que ibais a hacer con nosotras!? Si sois de la Rosa Dorada, ¿por qué diablos no habéis sacado al resto de los terrenis de allí dentro? —les gritó Alysa— ¡Allí hay más jóvenes en peligro! —les reprochó, porque si ellos eran supuestamente los guardianes de todos los terrenis, los que debían velar por sus vidas y por su integridad, ¿por qué no estaban haciendo su puñetero trabajo?
—Amaranta nos lo ordenó —le explicó Reik con frialdad.
—¿¡Ella!? —preguntó Nora removiéndose de su asiento.
—Tu prima —le aclaró Zale.
—¿Dónde está? —le preguntó Nora sin poder creérselo.
—Está bien —la tranquilizó Zale—. Nos ha hablado mucho de ti. Está deseando verte —al escuchar su respuesta a Nora se le nublaron los ojos. Su preciosa prima, el único familiar que recordaba de su infancia y que habían apartado cruelmente de su lado.
—¿Y qué os dijo exactamente ella? —les insistió Alysa.
—Dice que sois necesarias —le explicó Reik.
—Yo supongo que no —le contestó Nora.
—Las tres —le recalcó Zale—. Nos lo dejó bien claro —y le guiñó un ojo a Nora que se encontraba a punto de llorar.
—¿Y por qué nosotras? —le insistió Lilah.
—Eso mismo le preguntó Reik y ella le dijo que tres mujeres unidas pueden vencer ejércitos.
—¡Vaya! —exclamó Alysa— Tu prima ya me cae genial, Nora.
—Vais a ser muy buenas amigas —le contestó mientras recordaba lo dulce y amable que siempre había sido Amaranta.
—Espera a conocerla —le dijo Reik—. A lo mejor entonces no te parecerá tan maravillosa.
—Vaya, Reik —le replicó Gerald—. Cualquiera diría que estás hablando de una bruja en lugar de tu prometida.
—¿Tu prometida? —le preguntó Lilah—Pero si… ¿Estás comprometido?
—Está tan obsesionado con su padre —le explicó Gerald—. Que prefiere elegir su esposa, por eso su prisa por casarse cuando es tan joven.
—Eso es estúpido —le dijo Alysa que se sentía repentinamente de muy mal humor—. Propio de un idiota como tú.
—Yo no creo que sea idiota —le contestó Lilah. De hecho, Reik había podido cumplir su mayor sueño, comprometerse libremente con quien le diera la gana.
—Creo que ya son suficientes respuestas por hoy —sentenció Zale al darse cuenta que el ambiente estaba tenso—. Dejemos el resto de respuestas para cuando lleguemos. Mejor vamos a descansar.
Alysa se puso a contemplar la nada a través del cristal del coche mientras intentaba imaginar cómo sería Amaranta. Lo único que sabía de ella es que era una terrenis un par de años mayor y que sus ojos podían transformarse en dos piedras de Luna que le otorgaban poderes de clarividencia. Con ellos, si bien no poseía capacidad alguna de defensa ni ataque, parecía poder ver más allá del tiempo y precisamente por eso, había sido el miembro más joven en ser aceptada por la Rosa Dorada. ¿Qué habrá visto ella sobre mí?, se preguntó Alysa molesta. Porque otra terrenis más poderosa y más impredecible que ella conocía algo de Alysa que ni ella misma podía imaginarse.
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