Almas enfurecidas avanzan a través de la espesura de la noche hacia sus guaridas. Fugaces sombras amenazan sus mentes mientras almas cargadas de luz intentan acallarlas. ¿Puede un grupo de jóvenes ser suficiente para combatir semejante mal?
Capítulo 13 – Una nueva, ¿amiga?
¡No podía creérselo! Alysa observaba de reojo a Reik y Zale mientras su mente se negaba a aceptar la veracidad de las palabras que había pronunciado este último. Y es que, a medida que el coche avanzaba a través de insospechados e incómodos caminos de tierra, Alysa no podía creerse que esos dos junto al conductor, fueran miembros de la Rosa Dorada. ¿Cómo habían logrado serlo? Parecían jóvenes demasiado descarados y caprichosos como para formar parte del cuerpo de seguridad más respetado e importante de los terrenis. ¡Estaban de broma! Una institución legendaria, con sus tradiciones, secretos y plagada de terrenis respetables, valientes y honorables. ¿¡Cómo demonios podían ser ellos miembros!? Entonces chasqueó la lengua cabreada con quien hubiera tomado esa decisión de aceptarlos mientras se fijaba en Nora y Lilah que dormían plácidamente a su lado como si no le temiesen a nada ni a nadie.
—¿No puedes dormir? —le preguntó en ese momento Reik que acababa de escucharla gruñir por lo bajo.
—Podría preguntarte lo mismo a ti —le contestó con desdén mientras se fijaba en el rostro de Zale dormido.
—Yo no necesito dormir tanto —le dijo él mientras no apartaba sus ojos de los de Alysa. Ella asintió porque le sucedía lo mismo. Los terrenis más poderosos necesitaban descansar menos que el resto para recargarse y eso significaba menos horas de sueño y más tiempo para pensar—. ¿Estás preocupada?
—Según tú, no debería estarlo, ¿verdad?
—Si no lo estuvieras, sería extraño. Es lógico que lo estés.
—Sí —le contestó con fastidio—. Aquí todo es tan lógico y racional que resulta espeluznante.
—Eres cabezota —sentenció Reik, entonces endureció sus facciones y su rostro pareció más adulto—. Desde que nos hemos encerrado en este coche tengo una duda —le susurró acercándose a ella. Entonces Alysa se fijó en el jersey negro que llevaba con una rosa dorada bordada en el pecho—. No sé si estás más cabreada porque acabas de enterarte que soy de la Rosa Dorada o porque… —Reik cerró la boca y dejó la pregunta al aire para provocarla.
—¿Siempre tienes la costumbre de no terminar tus frases?
—Desde que sé que te fastidia se ha convertido en un buen pasatiempo —le contestó con chulería mientras Alysa se enfurecía aún más porque un terrenis tan infantil e inmaduro hubiera pasado a formar parte del mayor cuerpo de élite de los terrenis.
—¿Te molesta saber que estoy prometido? —le preguntó él sin pestañear. Alysa rio con cinismo y el color de sus ojos despareció dejando paso al blanco.
—¿¡De qué hablas!? —le preguntó elevando tanto el tono de voz que Nora se removió un poco del asiento y ella tuvo que susurrarle que todo estaba bien y que volviera a dormirse— ¡Sabes que me importa un pimiento! ¡Detesto que me hayas mentido! ¡Es eso!
—Era una cuestión de vida o muerte —le contestó Reik.
—Como sea, aquí todos vais por libre.
—Tú también lo haces —la acusó—. Vas a largarte, ¿no? Cuando el coche se detenga seguramente escaparás.
—¿Por qué estás tan seguro de eso? No lo haré, no soy una hipócrita. Primero necesito escuchar a los tuyos y ver qué está ocurriendo. Jamás dejaría, a diferencia de vosotros, al resto de los terrenis allí dentro desamparados —le reprochó para que supiera que ella jamás los hubiera abandonado de esa forma si hubiera tenido opción.
—Eso te honra —le contestó él masajeándose las cervicales—. Pero quizá tu nobleza te condene a una muerte prematura.
—¡Cállate! —le contestó cambiando el color de sus ojos— No sabes nada sobre mí, además, soy más dura de lo que aparento.
—Un poco te conozco. Te he visto luchar.
—¿Eso? Casi me matas una vez, pero no volverá a repetirse. Aprendo rápido las lecciones —le dijo.
Reik le sonrió y de esta forma dio por finalizada su conversación. Entonces volvió a apoyar su espalda en el asiento mientras Gerald seguía conduciendo en silencio.
Alysa se acurrucó, cerró los ojos e intentó imaginarse cómo serían las cosas a partir de ahora. Su mente se quedó en blanco porque era incapaz de imaginarse lo que nunca había visto. Rosas doradas, proyectos secretos o una base que era incapaz de comprender. ¿Cómo lograría sobrevivir a partir de ahora? Entonces sonrió con amargura al darse cuenta que quizá, los años de su vida más felices habían sido cuando sus padres la habían encerrado en La Cruz del Sur. Papá, eres tan sabio, pensó notando una punzada en el corazón porque ahora deseaba estar con él.
…
Durante el trayecto, Reik siguió fingiendo que descansaba mientras no podía apartar la vista de la nuca de Alysa. A estas alturas ya conocía el tono exacto del castaño de su melena y la forma en que le caía tan lacia como si fuera una cascada de agua.
—Lo has hecho a propósito —le susurró Zale con los ojos cerrados.
—¿De qué me estás hablando?
—Alysa, la has molestado a conciencia. Recuerda que ya no somos dos estudiantes irresponsables, debes empezar a madurar.
—¿Y tú me hablas precisamente de madurar? —le preguntó con sarcasmo.
—Lo que haga en mis ratos libres es mi problema, pero ahora mismo estamos trabajando.
—Trabajando —repitió Reik en voz baja mientras comprobaba la hora de su reloj—. Esto es más que un trabajo —le dijo, y ambos guardaron silencio de nuevo.
…
Hasta la mañana siguiente no fueron capaces de llegar donde se suponía que se encontraría, a partir de ahora, el nuevo hogar de Alysa, Nora y Lilah. Habían necesitado cambiar un par de veces de coche por precaución y en todo ese largo y ajetreado trayecto, el único conductor había sido Gerald que había seguido dándole al acelerador sin quejarse.
—Hemos llegado —les anunció Gerald apagando el motor del coche.
—Así que este es el misterioso sitio —le dijo Lilah a Gerald mientras se fijaba en el aparcamiento con las luces apagadas— .¡Menudo asco!
—¿Qué esperabas? ¿Confeti y globos? —le preguntó sacando su mochila del maletero.
—No tenemos tiempo que perder —los apremió Reik—. Vamos dentro —les dijo indicándoles una puerta que llevaba a unas escaleras de cemento.
—Podríais poner ascensor aquí —le sugirió Lilah mientras subía los peldaños grises.
—Esta base es bastante improvisada, así que dispone de lo mínimo —le explicó Zale.
—¿Lo mínimo qué es? —le preguntó Alysa para empezar a mentalizarse.
—Ya lo descubriréis —le dijo Zale mientras las tres rezaban para que lo mínimo incluyera comida, una cama y aseo.
—Ahora debéis registraros —les explicó Reik señalando una pantalla azul al lado de una puerta blindada—. Tenéis que poner vuestras manos en la pantalla para que las escanee.
—¿Así? —se aventuró Lilah mientras unas luces plateadas recorrían sus manos.
—Perfecto. La siguiente.
Nora y Alysa repitieron los pasos de Lilah.
—Ahora no podréis escapar de aquí —les dijo Zale.
—¡No nos asustes! —se quejó Nora.
—Es broma, solo es por seguridad. Así no os pasará nada —le dijo guiñándole un ojo mientras ella le sonreía.
Gerald abrió la puerta entre risas mientras Reik reprendía a sus dos amigos porque estaban tratándolas con demasiada familiaridad.
Al otro lado de la puerta se encontraron con un frío y solitario pasillo que a Alysa le recordó a la Primera base.
—Esto me resulta familiar —masculló Alysa.
—Créeme que no tiene nada que ver con el sitio del que acabáis de escapar —le dijo Gerald. Ella quiso rebatirlo y decirle que en realidad tampoco es que supiera mucho de él como para creerlo cuando las sonoras risas de Nora y Zale la hicieron darse la vuelta.
—¡Nora! —la llamó Alysa— Ven un momento —ella se acercó con el rostro resplandeciente.
—¿Qué demonios te ocurre con Zale? —le preguntó mientras seguían andando.
—Nada, es divertido.
—Claro, ¿solo eso? —le preguntó Lilah metiéndose en la conversación— ¿Y no tendrá nada que ver lo guapo que es? —le insistió. Nora volvió a sonreír de esa manera tan extraña como últimamente lo hacía mientras las mejillas se le sonrojaban.
—¡No estamos aquí para nada de esto! —les gritó Alysa.
—Relájate —se quejó Lilah.
—¡No! Esto es serio y grave, haced el favor de centrar vuestras cabezas huecas.
A Alysa no le gustaba ocupara ese papel de gruñona y mala, pero alguien tenía que detenerlas. Estaban allí por algo muchísimo peor y peligroso, y entonces, solo pudo pensar en los pobres terrenis que aún se encontraban en la Primera base y en Vanir, el cual estaría sufriendo muchísimo.
—Lo sabemos —le contestó Nora—. Es solo que… —pero las tres guardaron silencio repentinamente porque Reik y Zale acababan de acercarse.
—Hemos llegado —les informó Gerald abriendo la puerta del final del largo pasillo—. Aquí es donde vivimos.
La entrada de la base era un lugar luminoso, con las paredes pintadas de un azul claro y decorada con muebles cálidos y agradables. No era ni muy sofisticada ni moderna, sencillamente era un lugar reconfortante donde uno rápidamente podía sentirse como en casa. En ese momento un par de terrenis vestidos con unos uniformes azules se encontraban en el vestíbulo conversando.
—¿Tú también te vistes así? —le preguntó Lilah a Gerald porque le costaba imaginárselo de uniforme.
—No, yo siempre voy como ahora.
—Claro —le dijo ella fijándose en su camiseta de camuflaje y sonriéndole—. Te pega más.
—La base no es muy grande —les explicó Zale—. Queda prohibido salir de aquí sin un permiso especial.
—¿Y a quién debemos pedírselo? —le preguntó Alysa.
—A mí —le contestó Reik con cierto tono de superioridad.
—Aquí es donde se come —les siguió explicando Zale—. Está abierto las veinticuatro horas. Por este lado están las oficinas y más abajo las habitaciones. Después os diremos dónde dormiréis. A mano izquierda daréis con el gimnasio y justo al lado, tenéis varias salas de entrenamiento.
—¿Parecidas a las de la Primera base? —le preguntó Nora porque no tenía ni idea cómo entrenaban las Rosas Doradas.
—A grandes rasgos, sí.
Mientras Zale seguía explicándoles cómo era la base donde ahora vivirían, Alysa se despistó por el sonido de unas pisadas. Eran muy contundentes y sincronizadas, como si estuvieran interpretando una danza militar. Ella se apartó del grupo para ver de dónde salía semejante sonido y se encontró con un grupo de mujeres y hombres uniformados que se estaba acercando. Como una bola compacta, se movían como si fueran uno con el de al lado con total naturalidad. Las chaquetas de todos eran azul celeste, muy entalladas por la cintura y con unas medallas doradas que les colgaban del pecho. A conjunto, los pantalones del mismo tono azul con franjas doradas en sus laterales y unos zapatos negros. Alysa se quedó deslumbrada por su elegancia. El grupo avanzaba con la vista al frente mientras permanecían en riguroso silencio. En ese momento tres palabras repiquetearon en su cabeza: responsabilidad, orgullo y coraje. Entonces siguió contemplando a ese grupo y se sorprendió al darse cuenta que en el medio, justo en el centro de la bola, había una chica mucho más joven que el resto y que no se movía con la misma gracia ni contundencia. Tampoco llevaba ese uniforme azul sino que iba con un corto vestido violeta y con su larga melena castaña suelta.
—¡Amaranta! —la llamó Nora nada más reconocerla.
—¡Nora! —gritó la chica del vestido violeta escapando de la bola humana y abalanzándose a su prima. Ambas se fundieron en un emotivo abrazo porque a pesar que habían pasado tantos años aún podían reconocerse con facilidad.
Alysa se quedó congelada porque la prima de Nora era incluso mejor de lo que se había imaginado. No solo era increíblemente poderosa y única entre los suyos sino que encima, era preciosa. Una terrenis serena, dulce y calmada, que al contrario de ella, desprendía sofisticación.
—Vaya, vaya… —masculló una voz masculina madura e imponente escondida entre los terrenis uniformados— Han llegado antes de lo esperado. Veo que Gerald sigue conduciendo rápido —los saludó un hombre saliendo del grupo vestido con un impecable uniforme blanco—. Supongo que usted es Lilah, la señorita que está abrazando a Amaranta es Nora y falta…
—Alysa —se presentó ella misma saliendo de la esquina donde se había quedado.
—No la había visto —le sonrió tendiéndole la mano para brindarle un formal apretón de manos. Ella se quedó muda— ¡Cuanto tiempo! —la saludó con una sonrisa cuando se percató que acababa de reconocerlo.
—¿Jairo? —le preguntó sin poder creérselo.
—Soy el General de esta base, puedes llamarme Nath.
—Nathael —lo corrigió Reik—. Es el General Nathael.
—No hace falta ser tan estrictos con ellas —le replicó su general—. Ellas no son Rosas Doradas.
—Quién sabe, señor —le contestó Zale mientras se fijaba en Nora y Amaranta que no dejaban de llorar y balbucear—.Quizá algún día lo sean.
—Por supuesto —le contestó él con una sonrisa—. Pero esa decisión les pertenece a ellas tomarla. Cuando terminen de ponerse al día, las veo en mi despacho. Creo que tenemos una larga conversación pendiente —se despidió Nathael marchándose con el resto de terrenis uniformados.
—¿¡Cómo diablos pudo estar un general en la Primera base como si nada!? —preguntó Lilah porque empezaba a sospechar que todos los de allí dento estaban loco.
—Él lo quiso —le contestó Reik—. Aquí dentro hay más Rosas Doradas que podían haberlo hecho pero él quiso infiltrarse personalmente.
—¿Por qué? —le preguntó Alysa sin comprenderlo.
—Porque yo se lo pedí —le contestó Reik. Entonces se acercó a ella y su voz titubeó—. Tú y yo podíamos haber perdido el control en innumerables ocasiones. De hecho, casi llegamos a perderlo por completo.
—Pero, ¿cómo hubiera podido Nathael ayudarnos?
—Es un general de la Rosa Dorada, puede matarme sin dar explicaciones si es necesario —entonces Alysa lo miró a los ojos y por primera vez se dio cuenta que Reik era de verdad un miembro de la Rosa Dorada. En sus ojos se encontraba esa convicción ciega al anteponer los intereses de los suyos a su propia vida.
—¡Reik! ¡REIK! —lo llamó Zale— Tu prometida te está buscando.
—Ahora voy —le contestó Reik apartándose de Alysa para ir a saludar a Amaranta.
…
Nora no podía creérselo, después de todos esos años, ¡acababa de reencontrarse con su prima! La única persona que compartía su sangre y que de verdad la había querido.
—Aquí no va a sucederte nada malo —le dijo Amaranta a Nora con tono maternal.
—¡Creía que jamás volvería a verte! Cuando te fuiste, fue todo tan repentino.
—Éramos unas crías —le dijo ella recordando el pasado—. Siento mucho lo que tuviste que pasar tu sola —le dijo abrazándola.
—Ahora tengo buenas amigas, Alysa es como mi hermana —le explicó Nora limpiándose las lágrimas de su rostro.
—¿Es ella? —le preguntó señalando hacia donde Alysa se encontraba.
—Sí, voy a presentártela. ¡Alysa! —la llamó Nora, pero ella fingió no escucharla— ¡Alysa, ven! —Alysa se dio por vencida y se acercó— Ella es Amaranta, mi prima.
—Un placer —la saludó Amaranta con una gran sonrisa—. Gracias por cuidar de mi prima todos estos años.
—El placer es mío —le contestó Alysa sin sentir del todo las palabras que acababa de pronunciar. En realidad, Alysa volvía a sentirse tremendamente mal porque Amaranta parecía ser todo bondad y buenas palabras cuando ella se sentía todo falsedad y malicia. Entonces esa chica del vestido violeta se acercó a ella y la abrazó cariñosamente mientras ella se quedaba rígida y sin saber qué hacer con tantas muestras de afecto.
—Mi prima es muy cariñosa —le explicó Nora con una sonrisa.
—Ya veo.
—Ahora si me disculpáis —les dijo Amaranta apartándose de ellas—. Me gustaría hablar con Reik.
Cuando Amaranta y Reik se fueron, Nora se acercó a su amiga con el rostro muy serio.
—¿Se puede saber por qué tienes esta cara de amargada? —le preguntó Nora.
—¿¡Por qué!? —le preguntó ofuscada— ¿Crees que puedo perder el tiempo con tu estúpida prima mientras está sucediendo lo peor en la Primera base?
—¡Sin ofender! Ella no es estúpida y lo que está pasando no es su culpa.
—¿Y qué? —le dijo cansada y harta de tantos formalismos— No podemos fingir no saberlo. ¡Ahora mismo me voy a hablar con Nathael! No puedo estar más tiempo sin saber qué diablos está sucediendo. Vosotras podéis quedaros aquí sin hacer nada y perdiendo el tiempo.
Alysa se marchó hecha una furia mientras le preguntaba a un miembro de la Rosa Dorada que acababa de cruzar el pasillo dónde demonios se encontraba el despacho de su general.
—No sé qué le ocurre a Alysa —le confesó Nora a Zale.
—Solo está preocupada por ti —intentó tranquilizarla—. ¿Estás contenta de haber encontrado a tu prima?
—Mucho —le dijo Nora mientras pensaba en su prima que había crecido tanto— .Supongo que a Alysa le incomodan los cambios, pero cuando se dé cuenta cómo es Amaranta, le caerá bien.
—¿Estás segura? Amaranta es una terrenis tan poderosa como tu amiga.
—¿Y qué? Alysa no es así, a ella no le importa eso.
Porque si alguna vez le hubiese importado, jamás hubieran llegado a ser mejores amigas. A Alysa le interesaban otras cosas, y a pesar que todos parecía que lo único que veían en ella era ese diamante que se estaba puliendo, Nora sabía que detrás de eso, había una terrenis con sentimientos y emociones. A Alysa le gustaban las cosas más simples y sencillas del mundo, una chica despierta, amante de la naturaleza y que siempre se preguntaba el cómo y el porqué de todo. Quizá por culpa de esa curiosidad genuina había terminado siendo la primera de su clase.
—Quizá ahora que tiene una rival, no quiera perder —le contestó Zale.
—Ya te he dicho que no le interesa ser la número uno.
—No me refiero a eso —le dijo señalando a Amaranta que ya se encontraba al final del pasillo—. Quizá quiere otra cosa —le dijo moviendo su mano para señalar a Reik.
—Estás insinuando que… —Nora se atragantó. Entonces se quedó muda mientras se cubría la boca con su mano— ¡Imposible! —le dijo mientras empezaba a dudarlo. ¿Por eso ella había estado tan irritada y arisca con Amaranta?—. Zale, tengo que irme ahora mismo.
—¿A dónde?
—A buscar a Alysa. ¡Cosas de mujeres!
—Entonces prefiero no saber nada más.
Lilah vio como Nora acababa de salir corriendo después de que Alysa hubiera hecho lo mismo y se preguntó qué mosca les habría picado para semejante comportamiento idiota. Entonces, antes que ella pudiera arrancar a correr para perseguirlas y preguntárselo personalmente, notó como alguien le ponía una mano en su hombro y la detenía.
—Quiero que vengas conmigo —le ordenó Gerald—. Quiero que me enseñes esa cosa que hacéis los topacios imperiales.
—¿De qué me estás hablando? —le preguntó mientras se sonrojaba.
—Ya sabes —le dijo Gerald—.Darme tú…
—¡Cállate! —le gritó antes que pudiera decírselo. Lilah lo empujó con fuerza para apartarlo pero esa masa de músculo no se movió ni un ápice— No puedo hacerlo contigo, ¿eres idiota? Necesito confiar en esa persona.
—Entonces será mejor que nos demos prisa y que empieces a confiar en mí.
—Es algo que no puedo controlar, ¡si ni siquiera sabes cómo funciona!
—Quizá un día te necesite, Lilah.
—¿A mí?
—A ti en mi cuerpo —ella se sonrojó porque entendía lo que le estaba pidiendo. Ceder todo su poder de esa forma era impensable, tan complicado, que no estaba segura que hubiera podido cedérselo a nadie en toda su vida.
—Eso no puedo decidirlo yo —le dijo ella.
—¿Entonces quién?
—No es quién, sino qué —le explicó colocándole una mano en su corazón mientras Gerald la miraba sin comprenderlo—. El corazón, estúpido. Eso solo puede decidirlo mi corazón.
Ese hombre alto, fuerte y de cabello corto, solo pudo contemplar a Lilah en silencio sin comprender qué era lo que se suponía que debía hacerle a su corazón. ¿Qué tendrían que ver sus poderes con su corazón? Pero lo que ni en un millón de años podía haberse imaginado Gerald es que en realidad, un topacio imperial dependía exclusivamente de su corazón.
—¿No puedes dormir? —le preguntó en ese momento Reik que acababa de escucharla gruñir por lo bajo.
—Podría preguntarte lo mismo a ti —le dijo con desgana fijándose en el rostro de Zale dormido.
—Yo no necesito dormir tanto —le dijo él mientras no apartaba sus ojos de los de Alysa y ella, asintió porque le sucedía lo mismo. Los terrenis más poderosos necesitaban descansar menos que el resto para recargarse y eso significaba menos horas de sueño y más tiempo para pensar—. ¿Estás preocupada?
—Según tú, no debería estarlo, ¿verdad?
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