COLORES MÁGICOS
Profecías impuestas I
Ganar. Vencer. Aplastar a los demás. Un todo o nada contra el mundo. Eso es lo verdaderamente importante para un terrenis. El resultado es directamente proporcional a tu orgullo y honor. Vencer constituye en sí mismo la razón de tu existencia. Y por encima de todo, no te olvides jamás que ganar es todo lo que tus padres esperan cuando eres una estudiante de La Cruz del Sur.
Capítulo 2
¿El diamante es el mejor amigo del hombre?
…
«¡¡BUENOS DÍAS!! ¡¡A despertarse!!». Estas palabras empezaron a colarse a través de las paredes de La Cruz del Sur a unas horas intempestivas. Como Lilah se había levantado la primera fruto del nerviosismo del día, correteaba por los pasillos descalza mientras despertaba a sus compañeras.
—¡Despertaros! —gritó en ese momento abriendo la puerta de la habitación de Alysa.
—¿¡Lilah se ha vuelto loca o qué!? —exclamó Alysa con mala leche cubriéndose la cabeza con el edredón— ¡Dile que deje de gritar! —le ordenó a Nora.
—Nadie puede detenerla —le contestó su amiga saltando de la cama. Entonces se dirigió a la puerta abierta y observó a Lilah que seguía golpeado las puertas de sus compañeras— .¡Lilah, deja de hacer esto! Van a matarte.
—¡Buenos días! ¿No te parece un día maravilloso? —le preguntó con una sonrisa de oreja a oreja. Su cabello rizado se encontraba desordenado y aún iba vestida con su infantil pijama de tonos pastel.
—¡Cállate un poco! —le gritó Alysa lanzándole su almohada. Pero Lilah fue más rápida y cerró la puerta satisfecha al ver que había logrado su cometido y que pronto, podría conocer a los terrenis más guapos, atractivos e inteligentes del mundo.
—A este paso alguien la matará —suspiró Nora mientras escuchaba los gritos de Lilah aún cuando se había alejado unos metros. Las dos se observaron unos segundos en silencio y empezaron a reírse por lo absurda, loca y descabellada que podía ser Lilah.
…
A las ocho en punto de la mañana el alboroto de los pasillos se detuvo en seco y todas las alumnas del último curso de La Cruz del Sur se colocaron en fila en el pabellón de deportes.
—Hoy vamos a empezar las pruebas de selección —les informó su director— .Como ya les avanzamos, hoy realizaremos las pruebas físicas —con estas indicaciones el pabellón se llenó de nerviosismo y cuchicheos— .¡Silencio! Mantengan el orden o serán expulsadas. Van a entrar a la sala contigua en grupos de diez. Cuando las llamen, hagan el favor de presentarse rápidamente. Una vez dentro, les informarán de lo que tienen que hacer. Les recuerdo, señoritas, que estas prueban cuentan para su nota final —les advirtió con una mirada helada. Y por la forma en que el señor Talos las estaba mirando, estaba claro que esperaba mucho de cada una de ellas.
—¿Crees que tengo alguna oportunidad? —le susurró Nora a Lilah echa un manojo de nervios.
—¡Claro! Solo tienes que dar lo mejor de ti misma —la consoló. Porque aunque Alysa no quería superar esas pruebas ni formar parte de esa cosa tan misteriosa llamada proyecto Atenea, sabía que su mejor amiga necesitaba sacar la mejor puntuación posible para poder aprobar el curso.
—¡Señorita Fleen! —las asustó la voz de su profesora de historia. Nora contempló a sus compañeras un segundo y se preguntó porqué de toda la cantidad de chicas allí reunidas ella era de las primeras.
—¡Tú puedes! —la animó Alysa sujetándole las manos para infundirle valor. Nora suspiró resignada y se perdió a través de la puerta.
Alysa esperó en silencio mientras contemplaba la puerta cerrada y rezaba para que Nora lo hiciera perfecto. Entonces se distrajo cuando las voces de sus compañeras empezaron a gritar.
—¡Son tan guapos! —gritó Erika corriendo en dirección contraria. Alysa se quedó en silencio contemplando la comitiva de chicos que acababa de entrar en el pabellón de deportes. Se disgustó muchísimo con el mundo porque Erika tenía razón y los estudiantes de Las águilas doradas parecían perfectos.
Al menos físicamente lo eran. Un grupo bello repleto de harmonía y gracia. Y a pesar que todos llevaban el mismo llamativo uniforme negro y dorado, cada uno presentaba sus majestuosas particularidades. Entonces Alysa se fijó en uno de esos chicos con el cabello oscuro como la noche. ¿Cómo se llamaba? Era… Reik. En ese momento él andaba mirando al frente, orgulloso, con el ceño fruncido y con esa expresión molesta tan suya. Alysa no puedo esconder una sonrisa de satisfacción al percatarse que se sentía incómodo.
—¡Señorita Creisores! ¡Alysa Creisores! —la llamó su profesora de historia. Nada más escuchar su nombre Alysa borró su sonrisa del rostro, se dio la vuelta y se dirigió para hacer su prueba.
…
A pocos metros de esa misteriosa puerta, un grupo de chicos terrenis luchaban contra una marabunta de jovencitas para poder llegar hasta el otro lado y poder asegurarse que las pruebas se estuvieran desarrollando según lo establecido.
—¡Por favor, señoritas! —intentó apaciguarlas el profesor Greg. Él era el monitor que había acompañado a los alumnos de Las águilas doradas en su visita a La Cruz del Sur— .Ahora deben apartarse —les insistió mientras iba abriéndose camino para que sus preciados alumnos pudieran llegar a la puerta.
—No debería tensarse tanto —le aconsejó Zale que se encontraba como pez en el agua disfrutando de todas esa atención femenina — .Ellas nos adoran —le informó mandó un besó al aire para sus recién estrenadas fans.
—¡Haga el favor de controlarse! —le ordenó su profesor al ver cómo se habían revolucionado las chicas— .Recuerde que si lo considero oportuno, puedo expulsarlo del proyecto.
—Lo sé —le contestó apretando la mandíbula— .Solo estaba bromeando —intentó relajarlo. Pero por el rostro amenazante de su profesor, a él le quedó claro que más le valía dejarse de bromas si quería seguir siendo uno de los mejores alumnos de su promoción.
—¿Qué hay en esa puerta? —le preguntó Reik a su profesor cuando vio que Alysa se acababa de perder en ella.
—¡Allí es donde deberíamos estar! Las pruebas ya han empezado —le informó. Entonces Reik se colocó delante de su profesor y sonrió todo lo que no había sonreído desde que había llegado a La Cruz del Sur.
—¿Podrían apartarse, por favor? —les preguntó a todas las jovencitas que lo rodeaban. Todas ellas empezaron a apartarse algo avergonzadas mientras él avanzaba a toda prisa hacia la puerta.
—¿Se puede saber por qué ahora tienes tanta prisa? —le preguntó Zale manteniendo el ritmo de su amigo, pero él no le contestó, solo se limitó a llegar hasta esa puerta y abrirla.
…
Alysa no sabía qué hacer, acababan de explicar en qué consistiría exactamente su prueba cuando la puerta se había abierto de golpe y se había encontrado con Reik y el resto de terrenis.
—Creía que ya no vendrían —los saludó la coordinadora de la prueba.
—¡Sus alumnas son unas indisciplinadas! —se quejó Greg. Alysa se fijó en su traje negro y le recordó a una cucaracha amargada.
—No puede culparlas —le contestó la coordinadora mientras saludaba a los jóvenes que acababan de entrar y les señalaba sus asientos.
—¿Ellos van a quedarse? —preguntó Alysa con inquietud.
—Sí, tienen derecho a supervisar todas las pruebas —Alysa se estremeció por su mala suerte. Si solo hubieran tardado un poquito más y le hubieran dejado terminar la prueba en paz. ¿¡Por qué!?— .Muy bien señorita Creisores ya puede entrar en la sala —le indicó con amabilidad la coordinadora. Alysa obedeció y se metió en el cubículo mágico.
Entre esas cuatro paredes místicas sabía que podía suceder cualquier cosa. Su coordinadora simplemente le había advertido que esta vez analizarían su grado de supervivencia porque era una característica fundamental para el famoso proyecto Atenea.
—Alysa, ahora empezaremos —le informó la coordinadora a través del altavoz.
Ella asintió mientras la sala se sumía en un silencio sepulcral. El reloj avanzó, sesenta segundos enteros sin escuchar ni ver nada anormal. Permanecía en el centro como una estatua preguntándose si esto era algún tipo de tomadura de pelo o qué. ¡Espera! Un fogonazo incasdencente, un relámpago rojo empezó a acercarse a ella. ¡Protección! Alysa convocó todos sus escudos y terminó mandando el relámpago bien lejos.
—Perfecto —escuchó la voz de su coordinadora por el altavoz— .Ya puedes salir —ella se quedó en shock unos segundos porque no había pretendido hacerlo perfecto— .Un ejercicio impecable, como se esperaba de ti.
—Gracias —le contestó frunciendo el ceño.
—¡Diamante! —la llamó Zale antes que se fuera. Alysa se giró y se encontró con ese terrenis que la estaba saludando con la mano y haciendo la señal de la victoria.
—¡Madre mía! —se quejó ella cerrando la puerta de un portazo. ¡Todo le estaba saliendo al revés!
—¿Se puede saber por qué está tan enfadada? —se preguntó Zale aún con el brazo levantado.
—Quiere perder a propósito —le contestó Reik.
—Pero si lo ha hecho perfecto. ¡Ni se ha puesto nerviosa! —le contestó confundido. Porque tal y como les habían explicado, ese ejercicio no servía solo para saber qué clase de escudo eran capaces de invocar sino que mostraba sus instintos más primarios ante la incertidumbre. Uno en situaciones de estrés, pánico o miedo se paralizaba, se volvía torpe y a veces, algo inútil e inservible. Pero Alysa se había mostrado tan relajada y con tanto temple, que había resultado impresionante.
—Yo la comprendo —los interrumpió Vanir. El terrenis más bajito sentado en una esquina y que parecía el más inofensivo— .Yo tampoco quería participar en esto.
—¡Silencio! —le gritó Greg— .No vuelvas a repetirlo —y por su mirada, estaba claro que sus amenazas iban más allá de las meras palabras.
…
Nora le mostró una sonrisa de oreja a oreja a Alysa.
—¿Cómo te ha ido?
—Bien —le contestó con el rostro apagado porque la verdad era que sin quererlo, lo había hecho perfecto.
—A mí también —le contestó Nora bailando— .He sido capaz de esquivarlo.
—¿Lo ves? ¡Podías hacerlo! —Alysa la abrazó cariñosamente mientras ambas se alejaban del pabellón.
—¿Qué te parece si vamos a la cafetería? Esta mañana estaba tan nerviosa que no he desayunado.
—Vale, pero solo si vamos a comer al jardín.
—Hecho.
Nora y Alysa acababan de comprar un par de bocadillos y se habían sentado en uno de los bancos del jardín para disfrutar del sol. Nora se sentía eufórica y poderosa en cambio Alysa solo deseaba que pasara el día.
—¡Ahora haz un pez! —le ordenó Nora.
—Basta ya, no estoy de humor.
—¡Hazlo! —le insistió haciendo un puchero. Alysa extendió sus manos, hizo un círculo en el aire y de él, salió una pequeña nube en forma de pez— ¡Es un pez muy feo! —se quejó.
—No soy experta en peces —se disculpó. Ambas observaron la nube deformada que ascendía hacia el cielo para reunirse con las demás.
—Si me disculpáis —les interrumpió una sombra saliendo de entre los arbustos. Nora se cubrió la boca al reconocer al terrenis rubio de sonrisa atractiva— .Creo que tu amiga quería esto —Zale extendió sus manos con gracia, hizo el mismo movimiento que Alysa y de ellas, salió un elegante pez.
—¡Qué bonito! —exclamó Nora con emoción. Él le sonrió mientras se sentaba con ellas en el banco.
—Esta mañana no te he visto en la prueba —le dijo a Nora.
—He sido la primera en hacerla.
—Creo que llegamos tarde. ¿Cómo te ha ido?
—Superada —le respondió Nora sonriéndole.
—Ya me lo imaginaba —le contestó sujetándole su mano con delicadeza mientras de ella hacía brotar una bonita flor de color turquesa.
—Es preciosa —contestó ensimismada.
—Tus ojos lo son más —le dijo Zale fijándose en sus ojos azules. Nora era un ser extremadamente delicado, algo tímido, menudo y con la tez pálida como la harina pero con un par de mejillas sonrojadas cuando se avergonzaba— .Tienes los ojos más bonitos que jamás haya visto —le confesó Zale en un arranque de sinceridad, porque algo en ese par de pozos cristalinos lo obligaban a ser más franco de lo usual.
…
Alysa se alejó en silencio y dejó a su amiga con Zale mientras sonreía. Un poco cursi, pensó al ver la flor azul entre los dedos de Nora. ¿A quién quería engañar? En el fondo no podía negar que se trataba de un gesto la mar de bonito.
Mientras paseaba por el jardín pensando cómo sería vivir un momento así, escuchó un fuerte estruendo acompañado por una gran llamarada muy cerca de las habitaciones. ¿¡Fuego!?, se preguntó asustada corriendo hacia el lugar. Entonces se encontró con tres terrenis vestidos con el uniforme negro y dorado. ¿Águilas doradas por aquí?
—¿Se puede saber qué hacéis? —les preguntó irritada porque dentro de su colegio estaba terminantemente prohibido practicar ese tipo de magia fuera de los lugares habilitados.
—Nada —le contestó un atractivo chico pelirrojo.
—¡Estabais convocando fuego! —les gritó enfadada más por el hecho que la estaban tomado por estúpida que por lo que acababan de hacer.
—Te equivocas —le contestó el chico pelirrojo. Los tres empezaron a reírse. Alysa en ese instante se fijó en la risa estúpida de esos tres chicos, una sonrisa burlona, hiriente y tan repugnante que…
—Yo no me equivoco —sentenció.
—Será mejor que te vayas, chiquilla.
—¡Estabais…! —les insistió.
—¡Lárgate! —y uno de los compañero del terrenis pelirrojo, un chico de cabello largo oscuro, se acercó silenciosamente para empujarla.
—Eres tonta —le contestó mandándola al suelo— .Te has caído tú solita —ella los contempló desde el suelo mientras notaba cómo la ira le quemaba la garganta.
—Creo que me habéis malinterpretado —les contestó Alysa levantándose— .Me gustaría disculparme —Alysa les sonrió mientras se acercaba a ellos.
—Aceptamos tus disculpas, ¡ahora lárgate! ¡Deja de molestarnos!
—No —le contestó ella como en un gruñido, y en cuestión de segundos sus ojos se transformaron en un par de diamantes mientras invocaba su esfera blanca. Cualquier terrenis con estudios sabía lo que esa esfera significaba, una declaración abierta de guerra que muy pocos podían aceptar de parte de un auténtico diamante.
—¡Mierda! Perdónanos —farfulló el chico pelirrojo en un tono de cachorro malherido—. Ya nos largamos —en un suspiro esos tres desaparecieron de allí y Alysa se quedó sola con su esfera.
—¡Joder! —se lamentó haciéndola desaparecer. En ese momento se encontraba tan alterada que era incapaz de cambiar sus ojos.
—¡Deberías pegarme! —le gritó una voz masculina desde el camino. En un segundo un elegante terrenis vestido con el uniforme de Las águilas doradas apareció delante suyo— .Pégame —la provocó un chico algo bajito, de cabello castaño y ojos verdes pero que parecía estar muy seguro de lo que decía.
—¿Qué estás diciendo?
—Pégame y desahógate —le dijo cambiando sus ojos al rojo.
—También eres un rubí —le contestó ella ahogando una exclamación.
—¿También? —le preguntó Vanir— .Veo que ya conoces a Reik. Ahora pégame, sabes que no puedes dañarme —y esa frase tan chulesca por su parte, fue lo que la impulsó a pegarlo. Alysa sacó toda la frustración que había sentido por culpa de esas risas burlonas y terminó lanzando su esfera blanca contra ese chico de ojos rojos. Vanir neutralizó el poder del diamante y dejó que fluyera a través de su cuerpo.
—¿Mejor? —le preguntó él que no se había movido ni un ápice.
—Creo que sí —y los ojos de Alysa volvieron a su color natural.
—Me alegro, me llamo Vanir, y esos tres son idiotas.
—Yo soy Alysa —se presentó ella— .Y creo que tienes razón.
—Te conozco, te he visto en la prueba, eres un diamante muy interesante.
—Gracias —le contestó ella algo avergonzada porque ella no se acordaba de él.
—Si me disculpas, ahora tengo que irme. Pronto nos veremos —se despidió. Vanir pegó un saltó delante de sus narices y se alejó.
A Alysa el comportamiento de Vanir le resultó preocupante. Era sencillo darse cuenta de la amenaza que representaba Vanir. Los terrenis más poderosos usualmente se sentían atraídos entre ellos, pero algo en la forma de actuar de este chico le había indicado que podía llegar a ser mucho más letal de lo que aparentaba. ¿Qué podía esconder un rostro tan aniñado?
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Me quedó la curiosidad con Vanir, y eso que me cayó bien el chico. Reik se me hace un poco más molesto, pero no niego que es el tipo de personaje que termina gustándome después.
Se va poniendo cada vez mejor.
Seguiré leyendo.