COLORES MÁGICOS
Profecías impuestas III
Huir es de cobardes. Está en la naturaleza del débil. El animal de presa huye cuando nota que va a ser cazado pero… ¿Por qué entonces un diamante huye? Si tu padre solo te ve como la perfecta unión entre dos depredadores salvajes, dime, ¿a caso no tendrías miedo de tus instintos?
Capítulo 4
Un camino hacia… ¿dónde?
El repiqueteo de un tambor no dejaba de martillear los oídos de Alysa. Lo hacía con tanta fuerza e intensidad, que en un momento dado de su huida necesitó cubrirse sus orejas para dejar de escuchar su corazón. La parte más racional y menos emotiva de su cerebro lo sabía. Lo que estaba haciendo era una completa locura, un plan disparatado e impreciso pero, ¿¡qué demonios podía hacer a estas alturas de la situación!?
Desde que había abandonado los dormitorios de La Cruz del Sur y había dejado a su mejor amiga Nora durmiendo plácidamente en su cama, a Alysa se le había atragantado la angustia en la garganta y los remordimientos habían empezado a atormentarla. Y cuando más débil se había encontrado su fe, solo necesitó echarle un vistazo al frío pasillo del colegio para recordar la primera vez que su padre la había llevado allí. De esta forma, mientras una vocecita chillona le gritaba que se largara, Alysa había sujetado su mochila con fuerza y se había escapado del colegio sin mirar atrás.
…
Nora se despertó sobresaltada, nada más abrir sus claros ojos azules notó que algo no iba bien en la habitación. Su presentimiento rápidamente se confirmó cuando encontró la cama de Alysa vacía y un nota en su almohada:
“LO SIENTO”
Unas letras escritas con prisa en un trozo arrancado de su libreta de apuntes. ¿Sentirlo?, se preguntó ofendida. Seguramente lo hacía porque definitivamente Alysa tenía que estar muy loca o desesperada por haberse esfumado de esa manera sin haberle dado una maldita explicación.
…
La terrenis más madrugadora y sociable a la que todos en La Cruz del Sur conocían por el nombre de Lilah salió de su habitación y se dedicó, como cada mañana, a dar los buenos días a todas sus compañeras de curso. Nadie mejor que ella entendía la importancia del proyecto Atenea, por eso, el director Talos le había encargado la ardua tarea de despertar a sus compañeras y asegurarse que no llegasen tarde.
—¡Buenos días Nora y Alysa! —las saludó con un grito. Pero la sonrisa de Lilah se desencajó mientras un gracioso rizo se le caía por el rostro cuando vio el rostro pálido de Nora.
—¡Cierra la puerta! —le gritó Nora mientras cubría la cama vacía de Alysa.
—¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? Tienes una cara horrible.
—Mira —le dijo Nora enseñándole la nota que hacía unos minutos se había encontrado en su cama. Lilah la leyó y rápidamente comprendió la situación. Aunque pareciera una cabeza hueca y que se lo tomara todo a broma no era tonta.
—¿Qué vamos a decirle al señor Talos?
—¡No lo sé! —le contestó Nora desesperada. ¿Cómo iban a explicar la ausencia de Alysa, la número uno, en las pruebas más importantes del colegio?
—Podemos decir que está enferma.
—¡Imposible, Lilah! Van a querer mandarla a la enfermería.
—¡Nos negaremos! —le contestó.
—No funcionará —le replicó Nora.
—¡Entonces estamos perdidas! Van a matarnos.
—¡Menuda forma de empezar el día! —exclamó Nora agarrándose a la almohada de su amiga que aún olía a ella— ¿Qué has hecho, Alysa? —se preguntó en voz alta y empezó a desmenuzar rápidamente la pequeña nota.
Quizá si lograba romperla en diminutos trocitos desaparecería este embrollo como si nada hubiera ocurrido. ¿Podrían seguir con sus vidas? En un par de segundos, el tiempo que tardó la puerta de su habitación en abrirse, supo que ya era demasiado tarde para fingir desconocimiento y que la realidad acababa de abofetearla en toda la cara. Nora entonces pegó un salto para cubrir la cama de su amiga, tiró todos los trocitos al suelo como si fueran confeti y cerró los ojos implorando un milagro. Y quién sabe si fue eso o un problema añadido, porque Lilah se giró hacia la puerta y preguntó en un grito ahogado.
—¿¡ZALE!? —ambas terrenis de La Cruz del Sur se quedaron tan en shock que necesitaron unos segundos más para poder creerse lo que sus ojos estaban viendo.
—El mismo —les contestó con una gran sonrisa mientras ese rubio de ojos ambarinos le guiñaba un ojo a Lilah y se acercaba a ella—. Necesito tu ayuda, Lilah —le susurró pronunciando astutamente su nombre de una forma que la hizo sentir especial.
—Lo que sea.
—Necesito que te quedes vigilando la puerta en el pasillo. Si se acerca alguien distráelo y si no puedes, da tres golpes a la puerta.
—Está bien —le contestó encantada de poder cumplir las órdenes de Zale. Cuando Lilah cerró la puerta, el rostro de Zale se transformó. Perdió toda expresión de burla y simpatía y a Nora, le pareció un poco más viejo y cansado.
—Necesitamos hablar de algo muy serio —le dijo sentándose en la cama de Nora.
—Sobre Alysa, ¿verdad?
…
¡Alysa!, ¡Alysa!, ¡Alysa!… era como si una voz fantasmagórica y autoritaria no dejara de perseguirla a través del camino, y a pesar que ella estaba saltando de aquí para allá lo más rápido que podía esa voz en su cabeza no se callaba.
—¡Silencio! —le gritó enfurecida antes de dar un último gran salto para alejarse mucho más y entonces, notó una fría ráfaga en su nuca y algo empezó a tirar de ella con fuerza hacia el suelo—¿¡Qué haces!? —se preguntó cuando su rostro impactó contra la tierra seca. En realidad, ni ella ni el chico alto, de cabello oscuro y ojos profundos que la estaba contemplando desde arriba, se habían hecho daño.
—¿Crees que huir te hará más feliz? —le soltó Reik en un tono altamente amenazante. Él la mantenía sujeta a pesar que Alysa luchaba para librarse.
—Puedo intentarlo —le contestó con la mandíbula apretada y sin comprender porqué estaba allí.
Alysa a estas alturas ya había logrado alejarse bastante del colegio, de hecho, estaba a punto de llegar al aeropuerto para tomar el vuelo que la llevaría a su destino. Y aunque había esperado encontrarse con más de un contratiempo; policía o profesor, ni en un millón de años se hubiese imaginado a este chico impidiéndole su huída.
—¿Por qué? —le preguntó Reik tirando de Alysa par acercársela. Ella se tensó porque no le parecía el de siempre. No llevaba su uniforme negro y dorado ni usaba sus zapatos anticuados. Con esa cazadora marrón cerrada hasta el cuello, los tejanos azules y unas zapatillas deportivas parecía mucho más humano. Su respiración estaba agitada y la miraba con una mezcla de enfado y rabia.
—Tú mismo lo acabas de decir, quiero ser feliz.
—¿De verdad has elegido darle la espalda a todos? —le reprochó. Como Alysa no le contestó insistió—A tu familia, amigos… —A Alysa solo de pensar en Nora se le hizo un nudo en la garganta.
—¡Tú no sabes nada! Ellos quieren…
—Utilizarte —le contestó— ¿Te crees que el resto que estamos metidos en esto somos idiotas?
—Pero lo aceptáis, ¡yo no puedo!
—Debes regresar —le ordenó Reik.
—¿A la escuela? ¿¡A caso estás loco!? Voy a largarme de aquí.
—No puedo dejarte escapar.
—Lo sé —le contestó sin miedo—. Pero antes, deberás atraparme —Alysa aprovechó que Reik había bajado la guardia para dar un gran salto hacia atrás y apartarse de él.
—¡Te estás equivocando! —le gritó él sin moverse— Todos queremos lo mismo que tú.
—¡Habla con claridad y déjame en paz! —le exigió. Alysa estaba harta de los sermones de ese chico que apenas conocía. ¿Por qué Reik se mostraba tan seguro de todo? Reik miró a su derecha e izquierda y cuando se aseguró que se encontraban completamente solos, se acercó un poco más a ella.
—Cuando podamos, tenemos un plan.
—¿Quiénes?
—Zale y yo.
—¿Qué quieres decir con…? —pero antes que Alysa pudiera repetir la palabra «plan» él le colocó la mano encima de sus labios.
—Utiliza tu cabecita, Alysa —le dijo. Reik se había acercado tanto a Alysa que podía darse cuenta de las pequeñas pecas que tenía en sus pómulos. Entonces se fijó en sus ojos que la miraban sin pestañear—. Utilízalos tú a ellos.
—¿Estáis fingiendo? —le preguntó.
—¿Un proyecto secreto del que no sabemos nada? Nos han elegido por ser jodidamente listos, supongo que tú tampoco te lo has tragado. No necesitamos tener los mismos intereses que ellos, ni tampoco te tienen que gustar —entonces los ojos de Reik se encendieron y tomaron el color rojo del rubí—. Pero desde una posición favorable es más fácil lograr nuestros propósitos —le aclaró.
—¿Cuál es tu propósito exactamente?
—Eres muy curiosa —le contestó con una sonrisa mientras su mirada se normalizaba y se apartaba—. No voy a contártelo.
—Está bien —le dijo porque no había esperado que se lo contara sin más.
—Entonces, ¿regresarás de nuevo al colegio?
—Solo si me prometes dejarme en paz y que la próxima vez dejarás que me vaya.
—Te juro que cuando llegue el momento no serás la única que va a largarse de aquí. Ahora vámonos a la escuela, es algo tarde y Zale dudo que haya podido seguir mintiendo al director.
—¿Lo teníais todo planeado?
—Casi, ahora céntrate en hacer las pruebas lo mejor posible.
—¿Y si fallo? —le preguntó mientras los dos saltaban a través del aire para regresar.
—¿Estás de coña? ¡Un diamante nunca falla!
—¿Por qué estas tan seguro?
—Porque mi madre lo era —Alysa se quedó contemplando a Reik sin comprender del todo el color sonrojado de sus mejillas y su dulce sonrisa. ¿A caso este era el verdadero terrenis que se escondía tras el alumno impasible?
—¿Tan contenta estás de poder regresar que te estás riendo como una psicópata?
—No, solo pensaba que eres distinto a cómo te había imaginado.
—Tú también —le contestó él—. Ahora necesitamos separarnos, dame tu mochila y ponte esto —Reik sacó de su pequeña mochila negra una bolsa de plástico.
—¿Qué es?
—Tu ropa de la escuela. Intenta entrar en el colegio sin que te vean.
…
Nora se quedó observando los castaños ojos de Zale mientras éste no abría su boca. Pasaron diez segundos que a ella le resultaron eternos y entonces, no lo pudo aguantar más y explotó.
—¿Dónde está? —le preguntó Nora.
—No lo sé.
—Pero creía…
—Tranquila, Reik está buscándola —le explicó.
—Alysa es muy temperamental, lleva muchos años deseando largarse de este infierno —le explicó Nora mientras recogía los trozos de papel del suelo.
—Lo sé.
—¡No lo haces! —estalló ella. Zale se colocó al lado de Nora y le quitó los papeles para terminar de recogerlos— Perdona, no quería gritarte pero es que…
—Tú la conoces mejor y sé que estás preocupada.
—Gracias —le dijo Nora. Sus dedos se rozaron tímidamente mientras ambos terminaba de recoger los diminutos trozos. Entonces Nora se quedó fascinada por el cabello rubio de Zale y de ellos pasó a su rostro claro pero sutilmente bronceada con unas pestañas tan largas que…
—¿Nora? —le preguntó él mirándola con sus bellos ojos que parecían ámbar. Un silencio profundo llenó la habitación hasta que un golpe a través de la puerta acompañado por otro y otro más los alarmó.
—¡ZALE! —escuchó Nora como alguien lo llamaba desde el umbra de la puerta y ella, como si estuviera en una estampida, se sintió arrastrada por los fuertes brazos de él. Zale la abrazaba mientras alguien pronunciaba de nuevo el nombre del hombre que en ese momento la estaba besando. Un beso inesperado, dado por el terrenis más guapo que había visto en su vida y que acababa de descubrir que olía a océano y sabía un poco a sal. ¿A caso Zale era un pirata? Porque si ese era el caso, a Nora no le hubiera importado lo más mínimo ser arrastrada por él hacia las profundidades del mismísimo océano.
—Lo siento —le susurró su pirata particular antes de separarse de ella y Nora, se quedó en el suelo rememorando todo lo que acababa de sentir— ¡Vanir! La próxima vez llama a la puerta, como puedes ver, nos has pillado en un mal momento.
—¡Venga ya! A mí no me sueltes esta mierda —le dijo su compañero vestido inmaculadamente con el uniforme negro y dorado.
—Cuida tu boquita, amigo.
—¿Y Reik?
—¿Y Alysa? —lo contraatacó él.
—¿¡Tú sabes dónde está Alysa!? —le preguntó Nora a ese terrenis que parecía más joven que el resto.
—No tengo ni idea —le dijo con inocencia.
—Aunque lo supieras, sospecho que no se lo dirías —lo acusó Zale. Entonces se acercó a Nora y le dio la espalda a Vanir— Creo que sería buena que nos dejaras a solas.
—Pero yo también quiero ayudar.
—Créeme, yo lo conozco mejor —le insistió Zale. Nora captó su cambio de ojos y la presión de su mandíbula. Como Zale parecía dispuesto a encontrar a Alysa decidió rendirse y confiar un poquito en el terrenis que hacía un momento la había besado. Nora salió de la habitación y cerró la puerta.
—Ahora dime dónde se ha metido tu amigo —le exigió Vanir cruzándose de brazos.
—¿Para qué? —le preguntó Zale sin inmutarse— ¿A caso te crees más fuerte que yo?
—Eres repugnante, ¡tú maldito ónice! —Zale empezó a reírse con amargura porque llevaba tantos años escuchando el desprecio de todos los alumnos de Las águilas doradas que ya estaba acostumbrado. Abominable, peligroso, traidor…todos esos eran los adjetivos con los que lo habían definido. En lugar de ver lo poderosos y fuertes que podían llegar a ser los ónices todos veían la peor parte de ellos. Todos no, se dijo recordando una dolorosa escena de su infancia. El único que lo había tratado siempre con gran respeto había sido su amigo Reik.
—Ahora lárgate de aquí —le ordenó Zale abriéndole la puerta—. Pronto llegará el director.
—Entonces me alegrará ver la cara que pone cuando no encuentre a Alysa en su habitación.
—Ella ya está en la escuela —le contestó Zale completamente seguro de que su amigo lo habría logrado.
—¿¡Qué estás diciendo!? —le preguntó Vanir . Zale empezó a reírse y la mirada de su contrincante se encendió en llamas mientras se marchaba. Vanir abrió la puerta de la sala de pruebas y entonces, su cuerpo se congeló cuando se encontró a Alysa vestida con su uniforme y sonriéndole al director— ¡MIERDA! —gritó con rabia contenida. ¿Por qué diablos no se había largado ya?
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Ya sabía que Zale no podía ser malo, no lo parecía al menos. Vanir, en cambio, tiene su lado oscuro muy en la superficie, jaja. Me encantó la escena con Nora. Y Reik de a poco se va ablandando, o es que ya era así y solo lo estaba ocultando.
Muy bueno, seguiré la historia. Me da curiosidad cuál será ese plan secreto 😀
¡Saludos!