COLORES MÁGICOS
Capítulo 7 – ¿Entrenamos juntos?
Alysa sujetaba con fuerza la hoja que acababa de entregarle la profesora Catherin mientras leía el número de la sala de entrenamiento que le había tocado, número siete.
—Ahora diríjanse a su sala de entrenamiento —les ordenó Catherin —. Su supervisor las espera.
—Creía que usted sería nuestra supervisora —le contestó Lilah mientras se fijaba en que a Nora le había tocado la misma sala que a ella.
—Yo soy la responsable de ustedes pero, por supuesto, no voy a entrenarlas. Aquí van a recibir un adiestramiento adecuado.
—¿Y qué significa adecuado? —le insistió Lilah.
—¡Basta de preguntas! Váyanse ahora mismo a su sala de entrenamiento si no quieren tener una falta —ordenó Catherin levantando la mano para que Lilah no volviese a hablar —. Una falta es algo muy grave —le recordó mientras la terrenis de cabello rizado suspiraba y seguía al resto de las chicas en silencio.
—¿A ti qué sala te ha tocado? —le preguntó Nora disimuladamente a Alysa mientras andaban por el pasillo.
—La siete.
—La mía es esta, la cinco —le dijo con una sonrisa nerviosa.
—Nos vemos después —se despidió Alysa sujetándole la mano para que Nora dejara de arrugar la hoja de entrenamiento.
—Hasta después —se despidió mientras veía cómo su mejor amiga seguía andando hasta llegar a la puerta número siete.
—¿Se puede saber qué hacen aquí afuera aún? —las reprendió la profesora Catherin—. ¡Todas adentro! —gritó, y como si esas terrenis fueran unas autómatas de hojalata abrieron a la vez sus respectivas puertas y entraron a las salas de entrenamiento.
…
Alysa cerró la puerta de un golpe mientras sus ojos críticos analizaban la habitación. Entonces se sorprendió un poco cuando se encontró una pequeña sala metalizada silenciosa.
—¡Ya era hora! —la sorprendió una voz masculina que había estado sentada en una de las esquinas de la habitación.
—¿Reik? —lo llamó casi en un grito porque no lo había escuchado. Reik al igual que Alysa se había puesto el uniforme deportivo de su colegio pero en lugar de usar el apagado blanco y azul el suyo era de un llamativo negro y dorado.
—¿No te lo dije? Vamos a entrenar juntos.
—Tú no puedes entrenarme —le contestó ella.
—¿Por qué? Ni siquiera sabes lo peligroso que puedo llegar a ser.
—Esto no me gusta —le dijo sin tomarse en serio su amenaza—. Creo que a este paso no seremos capaces… —pero Alysa no tuvo tiempo de terminar de exponer sus pensamientos en voz alta porque los brazos fríos de Reik la cogieron por la cintura.
—Alysa —le dijo en un susurro—. Deberías callarte —le advirtió. Reik le habló tan pegado a sus labios que a punto estuvo de tocárselos—. Aquí se enteran de todo.
—Pero entonces… —le contestó— ¿Cómo lo haremos?
—Yo te avisaré cuando sea seguro. Confía en mí.
Alysa se quedó contemplando los ojos oscuros de Reik mientras deseaba confesarle que no confiaba en él. En realidad, no lo conocía de nada y lo poco que había visto de él era tan contradictorio y confuso que aún no sabía exactamente en qué bando se encontraba. ¿Realmente quiere ayudarme?
—¡Buenos días! —los sorprendió una tercera voz masculina y enérgica desde la puerta. Ambos pegaron un salto para separarse—. Veo que ya han empezado con el entrenamiento.
Alysa se fijó en el hombre que ya se había sentado en el suelo tranquilamente y un sentimiento de respeto y miedo se apoderó de ella. En ningún momento había escuchado a ese hombre de mediana edad, cabello castaño y ojos como la miel entrar. ¿Cuánto de su conversación habría escuchado?
—Me llamo Jairo y soy vuestro entrenador —se presentó, entonces se levantó y sus ojos pasaron del color apacible de la miel al rojo sangre—. Un rubí es siempre muy temperamental —le dijo Jairo a Reik mientras lo analizaba con sus ojos rojos—. Creo que tú y yo podremos entendernos. Reik se quedó mirándolo con sus oscuros ojos sin moverse. Entonces Jairo se acercó a Alysa y la examinó como si fuera un objeto decorativo—. En cambio tú serás un auténtico enigma, señorita. Un diamante tan fuerte y joven por aquí es casi como un milagro —le dijo. Jairo era un hombre alto y fuerte, también parecía estar muy bien preparado. A esa poca distancia Alysa percibió unas pequeñas arrugas en su rostro, una piel muy bronceada y una gran cicatriz en el cuello. Un corte que le había desgarrado parte de su garganta y que se perdía a través de la camiseta hasta… ¿hasta dónde llegaría?—. ¿Te asusta? —le preguntó mostrándole la profunda cicatriz, ella rápidamente apartó la vista y lo miró a sus profundos ojos rojos.
—No —le contestó con la máxima seguridad que pudo mientras él le sonreía de nuevo. Su sonrisa era un tanto extraña, no parecía feliz sino más bien que sonreía en una constante burla hacia el mundo y hacia la vida. Jairo alargó la mano hacia ella.
—¿Qué? —le preguntó Alysa sin comprenderlo.
—Tú hoja de evaluación —le contestó. Ella se la entregó mientras él se sentaba en una de las esquinas de la sala—. Ahora empezad a pelear.
—¿Cómo? —le preguntó Reik confuso.
—Lo que has escuchado, pelead —les insistió sin demasiada interés porque se encontraba ocupado rellenando sus hojas.
—¿Utilizando magia de verdad? —le preguntó Reik.
—¡Bravo! Veo que por fin comprendes que posees poderes mágicos —le contestó Jairo con sarcasmo.
—¡No puedo creerlo! ¿Quieres que peleemos de verdad? —le insistió Reik.
— ¿Crees que tus preguntas importarán el día que ella te mate?
—¡Yo no voy a matarlo! —le replicó Alysa alarmada porque si el famoso proyecto iba de eso, ¡prefería pegarse un tiro ahora mismo y morir!
—Claro que no —le dijo Jairo—. Pero aquí no hay distinción, o vives o mueres —les contestó, entonces dejó las hojas en el suelo y se puse de pie—. Empezad a pelear ahora o tendremos que ponernos serios —los amenazó con sus ojos rojos.
En ese momento Reik miró a Alysa con impotencia, él no quería una pelea real, solo buscaba un poco de entrenamiento y acción. Dudaba que Alysa hubiera utilizado jamás sus poderes más allá de sus clases prácticas así que estaba seguro que si peleaban, podría terminar realmente herida.
Alysa se molestó por la actitud de Reik. ¿Así vas a salvarnos, idiota?, pensó fijándose en su mirada compasiva. Entonces, decidió tomar las riendas del asunto y seguir con lo que había empezado ese terrenis que ahora la estaba mirando con unos ojos perdidos suplicando por un salvavidas.
—¡Está bien! —gritó Alysa cambiando el color de sus ojos— Estoy lista —le dijo a su profesor mientras rezaba para que Reik no fuera un completo estúpido.
—¿De qué…? —le gritó Reik furioso porque Alysa no comprendía el peligro de jugar con fuego.
—¡Cállate! —lo cortó Alysa— No es mi primera pelea, ¿a caso crees que las estudiantes de La Cruz del Sur no sabemos nada? —Reik se quedó en silencio unos segundos. Entonces cambió el color de sus ojos.
—Yo también estoy listo —le contestó Reik.
—¡Empecemos! —les gritó Jairo.
Alysa se lanzó velozmente contra su adversario mientras esquivaba las bolas de fuego. Entonces lo sujetó por su chanta y lo mandó por los aires.
—Sé pelear —le susurró Alysa mientras recordaba todas las veces que su padre la había obligado a ello. Reik le sonrió satisfecho.
—Ya veo —le contestó colocándose en guardia— .Esta vez no te lo pondré tan fácil.
…
Después de casi una hora de entrenamiento Jairo estaba harto. Había intentado llevar a sus dos alumnos hasta el límite de sus poderes pero ninguno estaba dispuesto a hacerlo.
—¿Creéis que soy idiota? —les gritó cansado de tanto teatro— ¡No estáis usando ni la mitad de vuestro potencial! Esto es una pérdida de tiempo.
—Es la primera vez que tengo que usarlo de esta forma—se justificó Alysa mientras recuperaba el aliento. En La Cruz del Sur las normas eran muy estrictas respecto a la agresión a otros terrenis así que no sabía cómo debía pelear con Reik sin dañarlo. Una cosa era golpear y esquivar, y otra muy distinta era conjurar hechizos mortales.
—¡Ya no estás en tu infantil colegio! —le recordó Jairo enfurecido, entonces se acercó rápidamente a Alysa y la empujó con todas sus fuerzas contra la pared. Como ella no había esperado semejante ataque terminó golpeándose contra la pared y cayendo al suelo como un saco de patatas.
—¡Mierda! —se quejó Alysa que sentía un fuerte dolor en su espalda.
—¿Está loco? —le preguntó Reik acercándose a ella mientras se aseguraba que se encontraba bien.
—¡Esto es la vida real, estúpidos! —les gritó Jairo porque ese par de jóvenes no acababan de entender su delicada posición. Jairo adoptó otra vez la posición de ataque y cuando quiso volver a cargar contra Alysa, Reik se interpuso entre ellos y lo apartó de un golpe— .Ahora te has vuelto rápido y fuerte de repente —le recriminó su profesor, pero él no le contestó, solo lo miró con una fría sonrisa mientras sus ojos rojos le brillaban más que antes. Entonces Reik notó una débil presión en su hombro derecho y vio una mano asomarse, esa era la delicada mano de Alysa sujetándolo para que se lo dejara a ella.
—¿Segura? —le preguntó el chico rubí mientras ella asentía.
—Tiene razón —le dijo Alysa a su profesor mientras Reik se apartaba—. He estado metida en un infantil colegio toda mi vida pero si quiere, puedo mostrarle lo que he aprendido allí dentro.
—Me encantaría verlo —le dijo Jairo que ya estaba percibiendo el fabuloso poder que iba creciendo en su alumna.
—Estoy segura —le susurró Alysa mientras le sonreía. Entonces separó sus manos a ambos lados y coloco las palmas hacia arriba como si estuviera sosteniendo un gran peso. Poco a poco el poder empezó a concentrarse en ellas—. Las niñas también crecemos —fueron sus últimas palabras antes de abrir sus ojos de diamante.
Alysa en ese instante notó un poder descontrolado quemándole la piel y un intenso hormigueo que sabía a gloria y la estaba llenando de emociones. Entonces giró levemente las palmas de sus manos hacia la dirección del señor Jairo. ¡Te lo mereces!, no dejó de pensar con sus ojos blancos y brillantes, y en cuestión de una fracción de segundo el señor Jario terminó empotrado contra la pared metalizada sin poder moverse.
—Excelente —le contestó él. Alysa lo mantuvo allí mientras sus ojos parecían de hielo. Reik la contempló con sorpresa y como Alysa no se movía ni el profesor Jairo podía hacerlo, le puso una mano encima de su hombro como ella había hecho con él minutos antes. Alysa recuperó el tono café de sus ojos paulatinamente y liberó a su profesor mientras se sentía un poco avergonzada y horrorizada por lo que acababa de hacerle.
—Esto ha estado mejor, este es el camino —le dijo Jairo mientras apuntaba algo en la hoja de Alysa. A pesar que él parecía estar muy orgulloso de su alumna, Alysa no pudo evitar sentirse inquieta. Había llegado un punto en que se había sentido tan poderoso y llena de magia que había empezado a…¿qué demonios?—. Por hoy daremos la clase por terminada, podéis iros —les informó Jairo con una sonrisa. Tanto Reik como Alysa salieron de la sala de entrenamiento en silencio. Ambos parecían muy impactados por lo que les acababa de suceder allí dentro y entonces, Alysa no pudo seguir callada por más tiempo y necesitó confesárselo al único terrenis tan poderoso como ella que podía comprenderla.
—Me he descontrolado —le confesó Alysa con vergüenza.
—Yo también —le dijo Reik en el mismo tono. Ambos se observaron con nerviosismo mientras volvían a ser aparentemente los terrenis de siempre a pesar que en el fondo ninguno de los dos lo era. Habían llegado al límite de descontrolarse cuando creían ser poderosos y perfectos—. Jamás me había ocurrido —se sinceró Reik.
—¡A mí tampoco! En un solo día hemos… —le susurró con miedo porque una vocecita en su interior no dejaba de gritarle que iban a fallar y que no iban a poder salir de allí dentro jamás.
—No te preocupes —le contestó Reik. Él deseó sujetar las manos de Alysa que no dejaban de temblarle después de lo que le había hecho a Jairo pero se detuvo.
—¿Cómo no voy a preocuparme? —le preguntó ella con ansiedad, y antes que pudiera decirle que en realidad lo que más le preocupaba era que terminase tan loca y descontrolada como para cometer una verdadera atrocidad, la puerta número cinco se abrió.
—¡Alysa! —la llamó Nora mientras ella se fijaba que Reik ya se había marchado.
…
Antes de empezar su siguiente entrenamiento, esta vez una clase donde todos los terrenis practicarían juntos, Nora no dejó de atosigar a su amiga con preguntas.
—¿Te ha tocado entrenar con Reik? —le preguntó Nora clavándole sus claros ojos.
—Lo peor de todo es que nuestro profesor quería que nos peleáramos.
—Yo he estado con Lilah y Brigitte, y por suerte, no hemos tenido que pelearnos. Solo hacer unos cuantos ejercicios como en La Cruz del Sur.
—¡Ojalá me hubiera tocado un entrenador como el vuestro!
—¿Tan malo es el tuyo? —le preguntó.
—Parece que tiene dos personalidades, da miedo. Se ríe como un crío y de repente te golpea.
—¿¡Te ha golpeado!? —se sorprendió Nora.
—Una vez. Reik se ha interpuesto para que parara y al final, he podido vengarme —le contestó Alysa con una sonrisa de satisfacción que ocultaba más de lo que deseaba contarle.
—¡Madre mía! Nos tratan como animales —se asustó Nora.
—Tu tranquila. No debes preocuparte por mí, ¿vale?
—No me pidas imposibles.
—¡Inténtalo! —le insistió Alysa, porque conocía demasiado bien a la inconsciente de su amiga. De hecho, la conocía tan bien que sabía que Nora era capaz de olvidarse de ella misma para que Alysa estuviera mejor.
—¿Se puede saber qué estáis cuchicheando? —las sorprendió Zale interponiéndose en medio de las dos— Yo también quiero participar —les dijo pasando un brazo por los hombrosa de Nora y el otro en los de Alysa.
—Quiero que se cuide un poco más —le contestó Alysa.
—¡Cállate! Yo ya me cuido —protestó Nora.
—Bueno, haya paz —les dijo Sale—. Yo también puedo cuidaros, chicas.
—¡De eso nada! —le dijo Alysa soltándose de su abrazo— Y tú no te acerques a ella —lo amenazó tirando de Nora para que se alejara de Zale.
—Eso no puedes decidirlo tú —le contestó Zale sujetando el brazo de Alysa para que dejara de tirar de su amiga—. Deja que lo decida ella.
Por un instante a Alysa le pareció como si los ojos de Zale hubieran cambiado y se hubieran ennegrecido. ¡Dan miedo!, pensó sin poder evitarlo después de haber visto esos dos pozos negros en los que uno bien podría perderse o volverse loco.
…
Por la noche, Alysa se tumbó en su cama después de un día lleno de entrenamiento físico y mental. Como su sistema nervioso había llegado alcanzado el límite, no le constó conciliar el sueño. Estaba durmiendo apaciblemente cuando su descanso se vio interrumpido por unos ojos rojos como dos rubíes que la despertaron.
—¿Reik? —le preguntó cuando notó su respiración muy cerca de la suya— ¿Qué te ocurre? —pero él no le contestó, siguió con su rostro pegado al suyo mientras esos ojos rojos no dejaban de provocarla— ¿¡REIK!? —lo llamó de nuevo asustada por su silencio.
—Vas a matarme, Alysa —le dijo en una voz sin emoción. Ella lo contempló con miedo.
—No voy a matarte —le contestó sin comprender a qué venia eso.
—Vas a matarme —le repitió él en el mismo tono.
—¡Que no! —le contestó asustada.
—Vas a…. —pero en ese momento Reik se calló y para espanto de Alysa vio como alguien acababa de sujetarlo por la garganta y lo estaba estrangulando.
—¿Qué es esto? —le preguntó al rostro de Reik que en ese momento no dejaba de mirarla con una sonrisa de satisfacción a pesar que lo estaban ahogando y entonces, Alysa comprendió que esas eran sus manos— ¡NO! —gritó ella mientras no sabía cómo había empezado a matarlo con unas manos que no sentía como las suyas y entonces, se encendió la luz y se encontró tumbada en su habitación completamente sola.
¡Una pesadilla!, se dijo recuperando el aliento, ¡una maldita pesadilla! ¿Por qué demonios había soñado con algo tan horrible? Alysa se pasó una mano por su largo cabello castaño y se dio cuenta que se encontraba temblando. ¿Qué me ocurre?, se preguntó asustada al percatarse que sus ojos se habían vuelto blancos y era incapaz de calmarse.
…
Justo en el centro de la Primera base se encontraban un grupo de profesionales trabajando diligentemente en su turno nocturno para mantener bajo control a los veinte terrenis que marcarían un antes y un después en los de su especie.
—Señor, ya ha despertado —le informó el hombre que se encargaba de controlar la habitación de Alysa. Su jefe se acercó a la pantalla y sonrió.
—Sabía que era ella —le habló al monitor mientras acariciaba la pantalla, una pantalla donde Alysa no dejaba de andar por su habitación como un animal salvaje enjaulado y parecía ser incapaz de calmarse.
—Parece que sigue muy agitada —le informó su empleado— .Lleva más de diez minutos despierta y es incapaz de recuperar su estado normal.
—Dejémosle diez minutos más y si no puede recuperarse, vaporiza un poco de sedante en su habitación.
—Por supuesto —le contestó mientras cronometraba el comportamiento de su paciente.
—¡Señor! —la llamó en ese momento otro de sus empleados—. Reik también ha despertado.
—¡Una noche perfecta! Vaporiza ya el sedante en su habitación, mi hijo es muy impulsivo, no podemos correr ningún riesgo.
Mientras el trabajador hacían lo que le había ordenado, su jefe observó con complacencia a su hijo histérico. Los ojos rojos de Reik no dejaban de llamear como dos bolas de fuego en erupción dispuesta a llevarse a quien quisiera desafiarlo.
—¿Qué hacemos con Vanir? —le preguntó otro de sus empleados que en ese momento observaba a un joven terrenis dormido plácidamente en su cama.
—Ya no nos sirve —le contestó con indiferencia—. Terminaremos con él —sentenció con frialdad mientras sujetaba el informé del terrenis llamado Vanir y lo arrojaba a la basura.
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Hola, acabo de encontrar tu web y ya estoy enganchada a la historia. Me encanta, sigue publicando please
¡Buenas! Te doy la bienvenida a esta rinconcito de internet. Me alegra que estés pegada a la historia, ¡quedan muchas cosas por descubrir! Publico un nuevo capítulo de Colores mágicos cada semana (a veces puedo atrasarme unos días pero por lo general soy bastante constante). ¡Besos!