Capítulo 9 – Escapando de la incertidumbre
Alysa corría a través del pasillo con el pulso acelerado. Y a pesar que era plenamente consciente que no podría huir de la Primera Base, su instinto la obligaba a seguir. La gota había colmado su vaso y ya no le importaba el proyecto secreto, sus padres o el loco de Reik. ¡Había intentado matarla! ¿A caso pretendían convertirla en una asesina?
—¡Detente! —le ordenó en ese momento Reik desde el otro extremo del pasillo— ¡Alysa! —la llamó corriendo para alcanzarla. Alysa aceleró el ritmo y le cerró el paso.
—¡Déjame en paz! ¡Eres un maldito psicópata! —le gritó para que entendiera que la próxima vez que le hiciera algo semejante en lugar de quedarse mirándolo con un nudo en la garganta lo atacaría.
—¡No es así! —le contestó frustrado. Antes que Reik pudiera cogerla del brazo para que se detuviera Alysa se paró en seco y lo amenazó.
—¡No me tomes por idiota! —le escupió con rabia. Los ojos de Alysa se transformaron en dos diamantes capaces de cortarlo en dos.
—Cálmate —le dijo Reik con una voz baja. Alysa resopló por su falta de tacto, lo empujó fuertemente contra la pared del pasillo y le colocó el brazo derecho horizontalmente contra la garganta para ahogarlo.
—Me calmaré cuando me dé la gana —le dijo en un susurro letal mientras Reik luchaba para controlar sus ojos—. ¡Jamás olvidaré lo que me acabas de hacer allí dentro!
Reik apartó la vista avergonzado y sus mejillas se sonrojaron. Alysa le estaba diciendo la verdad. Una realidad tan cruda y clara que asustaba. Una parte de Reik había deseado su muerte, y a pesar que no sabía de dónde demonios había salido tal sentimiento oscuro, le pertenecía. Ahora solo podía disculparse con ella y luchar con todas sus fuerzas para que no se repitiera. ¿A caso se estaría volviendo loco? Reik jamás había deseado matar a nadie con tanta sed, no al menos a otro terrenis tan joven e inocente.
—Lo siento mucho —se disculpó Reik mientras notaba el brazo de Alysa apretándole la garganta—. Te juro que no era mi intención.
—¿Te crees que tu intención me importa? —le preguntó mientras empezaba a notar cierta excitación en sus dedos que la instaban a seguir apretándole la garganta— Tus actos han hablado por ti.
Reik empezó a notar la falta de aire. La garganta le escocía y notaba como sus pulmones demandaban aquello que Alysa les estaba negando. A pesar de ello se mantuvo impasible y dejó que ella siguiera torturándolo.
—¿Tú ahora mismo no deseas matarme con todas tus fuerzas? —le preguntó Reik. ¡Por supuesto!, exclamó la voz interior de Alysa. Claro que quería matarlo y descuartizarlo y entonces, Alysa se apartó de Reik y recuperó el color castaño de sus ojos.
—Es algo completamente distinto —le contestó ella algo avergonzada porque acababa de actuar de la misma forma.
—Es lo mismo —le afirmó Reik. Él se quedó contemplándola a los ojos mientras Alysa parecía perdida— Tú acabas de desearlo… Mi muerte —nada más escuchar la palabra maldita Alysa dio un paso hacia atrás pero Reik la detuvo—.¡No debes sentirte culpable! Algo dentro de nosotros nos impulsa a ello —le explicó.
—¿Esta es tu forma de justificar unos actos atroces?
Reik abrió la boca para contradecirla pero la cerró repentinamente. Entonces endureció sus facciones y clavó sus ojos en los de Alysa.
—¿Crees que puedes controlarlo aunque sabes que están jugando contigo?
Alysa asintió con el rostro serio mientras Reik deseaba sacudirle esas ideas inocentes y erróneas de su mente.
—Te equivocas —le advirtió—. Hay situaciones que escapan de nuestras manos.
—Deja que me ocupe de estas manos —le dijo Alysa mostrándole sus manos—No volverán a hacerte daño.
Reik le mostró una sonrisa torcida y se rindió. Entonces suspiró y alargó su mano izquierda.
—Me parece un buen trato. Yo prometo ocuparme de las mías.
Alysa alargó su mano para sellar la promesa. La mano de Reik era firme pero gentil. En un principio se estremeció al recordar todo lo que le había hecho en la sala de prácticas pero apartó todas sus inquietudes y decidió confiar de nuevo en ese chico que parecía demasiado maduro para su edad. ¿Por qué Reik siempre iba un paso por delante de ella?
—Sé que una promesa sin hechos no vale mucho —le dijo Reik mientras se pasaba una mano nerviosa por su cabello negro— .Pero…
—¡Reik! —lo llamó en ese momento Zale— Te estaba buscando —le dijo en un tono extrañamente nervioso e inquieto— ¡Vaya…! —exclamó al darse cuenta que había interrumpido su conversación.
—No te preocupes —le contestó Reik—. ¿Qué te ocurre?
—Nada —le mintió Zale, y como Reik le mandó una intensa mirada, él no tuvo más remedio que confesárselo.
—Vanir —le dijo mientras todas las alarmas de esos dos terrenis se disparaban—. Ha desaparecido.
—¿¡Cómo que ha desaparecido!?
—¡No lo sé! —le dijo Zale muy alterado— Ayer entrenó conmigo pero hoy no ha aparecido por la sala. Cuando se lo he preguntado a mi entrenadora me ha dicho que no se encontraba disponible.
—Eso mismo nos sucedió a nosotros —le contestó Alysa mientras recordaba su espantosa noche llena de dolor y gritos.
—Pero vosotros reaparecisteis el día siguiente —le dijo Zale clavándole sus ojos ambarinos—. Él no ha estado en su habitación por dos noches.
—¿Cómo lo sabes? —le preguntó Alysa.
—He estado allí.
—¿¡Cómo!? —le insistió mientras Zale y Reik se acercaban a ella para que bajase el tono de voz.
—Nos colamos —le aclaró Zale con una sonrisa insolente.
—¿Con semejante retorno en las habitaciones? ¡Imposible! —se burló Alysa menospreciando al ónice que se encontraba enfrente de ella.
—A veces las viejas costumbres son lo mejor —le dijo Reik—. Entramos como lo haría un simple humano —le explicó. Ella abrió mucha la boca pero él se la cubrió con la mano—. Shhh… Ni se te ocurra decir nada. Ahora mantente callada y finge.
—¿Qué quieres decir?
—¡Te he dicho que eres una terrenis estúpida! —le gritó Reik tan repentinamente que Alysa se quedó blanca.
—¡Cállate! —la defendió Zale— Eres tú el único idiota de los dos.
—¡Repíteme eso, amigo! —lo provocó Reik empujándolo con tanta fuerza que la espalda le crujió al golpearse contra la pared.
—¿A quién crees que estás llamando amigo? —le preguntó Zale con sus ojos negros. Alysa se estremeció, era el primer ónice que veía y entonces, antes tan siquiera que sus ojos de diamante pudieran verlo venir, Zale se lanzó sobre Reik y empezaron a pelearse como si fueran dos titanes dirigidos por los dioses.
—¿¡SE PUEDE SABER QUÉ HACEN!? —les gritó el profesor Greg mientras se quitaba su americana y la lanzaba al suelo— ¡Basta! —les ordenó lanzándose como una pantera hacia sus dos alumnos. Y a pesar de sus intentos incesables ellos seguían tan pegados como la rama al tronco— ¡Sepárense! — gritó. Entonces Zale levantó su brazo derecho y le brindó un puñetazo a su profesor en la mandíbula. Éste nada más recibir el golpe cambió sus ojos del castaño al verde de la hierba recién cortada. ¡Un jade!, se sorprendió Alysa al ver sus hermosos ojos brillantes mientras empujaba con fuerza a sus dos alumnos indomables—. Usted ahora mismo irá a su habitación —le ordenó a Reik—.Y usted, acompáñeme. ¡Merece un severo castigo! —le dijo enfurecido mientras se pasaba una mano por la dolorida mandíbula.
—¿Yo? —se quejó Zale con los ojos aún negros— ¡Él es el único idiota!
—¡Basta! —le gritó su profesor mientras se colocaba su americana negra y dorada.
—Espere… —susurró Alysa que se había quedado bloqueada— Esto es… —intentó explicar para evitarle un severo castigo a Zale, pero Reik le cubrió la boca con su mano para que guardara silencio.
—Ella no tiene nada que ver — le aclaró Reik. El profesor mandó una mirada de desaprobación a la pareja.
—Sabía que no era una buena idea una educación mixta — refunfuñó mientras se llevaba a Zale.
—Ahora vamos a obtener algunas pistas —le susurró Reik a Alysa—. No me mires así, no voy a decirte más. Tú vete a tu habitación y finge que me odias, a partir de ahora no deben saber que sospechamos algo. Por algún motivo quieren que nos detestemos así que eso haremos.
—¿Y Vanir? —le preguntó ella recordando a ese rubí bajito y misterioso.
—De él se ocupará Zale. Cuando sepamos qué está ocurriendo actuaremos.
—¿Cómo?
—Tú estate atenta, cuando sea el momento iremos a buscarte —le aclaró— .Sé que te estoy pidiendo mucho pero…
—¡Ya! Lo pillo. No puedes decirme más. Tú recuerda nuestra promesa — le dijo mostrándole sus manos.
—Las manos quietas — le dijo Reik guiñándole un ojo.
…
Alysa reunió a Nora y a Lilah en la cafetería a la hora de cenar . Tal como les había dicho se sentaron algo separadas del grupo y a pesar que ella les estaba mostrando una gran sonrisa como si estuviera contándoles un gran chiste, en realidad, lo que sucedía era bien distinto.
—Necesitamos tener muchísimo cuidado —les informó Alysa—. Esto cada vez tiene peor pinta y Vanir… ¡Disimula un poco, Nora!
—Lo siento —le contestó—. No puedo sonreír cuando…
—Esto se llama supervivencia —le aclaró Alysa mandando una mirada a su profesora Catherin que se encontraba comiendo.
—¿Qué demonios nos preocupa a nosotras Vanir? —le preguntó Lilah— Es tosco y distante. Sin duda sería mi última opción, no estoy tan desesperada.
—¡Basta ya! —la reprendió Nora— En primer lugar, sí estás TAN desesperada. ¡Mírate! Y en segundo lugar, ¡piensa un poco! ¡Mañana podríamos ser nosotras! —le aclaró Nora— Además, aquí todas estamos obligadas de una manera u otra. Yo creía que podría ser de utilidad en este lugar y así evitaba quedarme sola en La Cruz del Sur, Alysa estaba claro desde el principio que no quería estar aquí y tú, tú solo estás buscando un novio para no tener que casarte con el idiota de Eloy. ¿Hemos conseguido algo?
—Vale, lo capto —le contestó Lilah.
—Entonces espabila —le dijo Nora.
—Pero, ¿qué podemos hacer nosotras tres? —les preguntó Lilah mientras evitaba decir que en realidad solo eran tres terrenis jóvenes e inexpertas.
—Eres el mejor topacio que conozco —le dijo Alysa—. Eres una imperial, ¡necesitamos tu ayuda! —le suplicó.
—De verdad yo… —le dijo Lilah mientras tiraba de uno de sus rizos rubios con nerviosismo.
—Ser un topacio imperial es algo único —la alentó Alysa— .Nos ofrece una ventaja que necesitamos desesperadamente cuando todas las circunstancias nos van en contra. Ahora que estamos las tres juntas… —les susurró.
—¿Y yo? —la interrumpió Nora mientras se hundía en el pozo de sus lamentaciones—¿Para qué me necesitáis?
—Tú eres la más leal, ¡y yo te necesito! —le dijo Alysa— Además, creo que tú podrás controlarnos si nos descontrolamos. Acabas de poner a Lilah en su lugar de una manera brillante.
—En esto tiene razón —sentenció Lilah.
—Creedme que si os descontroláis no podré hacer nada —les dijo.
—¡Podrás! —contestaron Alysa y Lilah a la vez.
—Ahora escuchadme, tengo un plan pensando —le informó Alysa.
De esta forma, tres terrenis de La Cruz del Sur que no tenían ni la más remota idea de qué demonios estaba ocurriendo en la Primera base, empezaron a construir un plan. Quizá ellas no eran ni las más experimentadas ni las más preparadas para semejante cometido, pero tenían tan claro su objetivo, que ese diamante junto al topacio imperial y a la cordura de Nora lo lograrían.
…
Lilah se colocó delante del espejo mientras se fijaba en sus ojos anaranjados que no dejaban de brillar. Entonces revisó la puerta de su habitación para asegurarse que estuviera bien cerrada y empezó a contar. La puerta de su habitación se abrió como un reloj a las nueve en punto y ella se escabulló según lo planeado.
—¡Hora del desayuno! —les informó su profesora Catherin mientras todas se dirigían en fila hacia la cafetería. Lilah aprovechó el pequeño trayecto para acercarse a su profesora y rezó para que todo le saliera bien.
—¡Señora Catherin!
—Dígame.
—Ayer me olvidé mis zapatillas en la sala de entrenamiento.
—¿Cómo? —le preguntó extrañada. Lilah mandó una mirada a sus pies desnudos— ¡Por dios! —se escandalizó Catherin al verlos—¿Cómo se atreve a ir descalza por aquí? Póngase algo en los pies ahora mismo.
—¡Son las mejores zapatillas que tengo! —se quejó Lilah— Las otras me rozan los pies y me los dejan hechos un cristo. ¿Ha visto alguna vez unos pies heridos? Es tan repugnante que…
—¡Cállese! No entiendo cómo puede tener semejante energía a estas horas. Vaya a su habitación ahora y haga el favor de ponerse unas zapatillas decentes.
—¿No podría ir a buscar las mías? —le preguntó Lilah con cara de corderito degollado.
—¿Me toma por estúpida? —estalló su profesora— Si no se hubiera olvidado sus zapatillas en la sala de entrenamientos. ¡Dios!, no quiero saber ni porqué se las quitó.
—Eso fue… —intentó decirle mientras se inventaba una excusa.
—¡No quiero saberlo! —le gritó dejándola con la palabra en la boca.
—Lo siento —se disculpó Lilah con sus amigas porque su plan había fracasado.
—No te preocupes —la consoló Nora.
—Al menos lo hemos intentado —le dijo Alysa mientras se fijaba en el grupo de chicos que ya se encontraban desayunando—. Pasemos al plan B y averigüemos qué pretenden esos dos.
Alysa se acercó a Zale disimuladamente.
—Supongo que después del numerito de ayer, no podemos acercarme a Reik —lo saludó Alysa mientras él le sonreía como si estuviera disfrutando de ese momento tan incómodo.
—No deberías. Ahora creen que eres mi chica.
—¿QUÉ? —le preguntó abriendo sus ojos como platos— ¿Por qué?
—Tranquila, a mi tampoco me interesas, pero era la excusa perfecta. Así no sospecharan que tú y Reik…
—¿Yo y él? ¡NADA! —le gritó tan fuerte que el señor Greg los miró.
—¡Cálmate! Iba a decir que así no sospecharán que en realidad os lleváis mejor de lo que aparentáis.
—Bueno —le contestó Alysa—. ¿Cuándo vamos a actuar?
—Eres una chica de acción, ¿no? —le preguntó Zale mientras ella resoplaba—Reik me ha dicho que te diga que esta noche pasaremos por vuestras habitaciones.
—Necesitamos llevarnos a Lilah también.
—¿Por qué? Contigo y Nora es suficiente —le dijo. Alysa en ese momento se preguntó por qué querría llevarse a Nora cuando era obvio que no poseía ningún poder especial.
—Lilah es un topacio.
—Conocemos a otros topacios.
—¿Y a uno imperial? —le preguntó acercándose mucho a él, tanto, que cuando Zale movió su rostro sorprendido casi le da un beso en la mejilla.
—Chicas interesantes —le dijo Zale sonriéndole mientras las mejillas de Alysa se encendían—. Avisa a Lilah también. Nos vemos esta noche.
—Muy bien —asintió ella.
—Por cierto, Reik me ha dicho que te diga que lo perdones. ¿Se puede saber qué te ha hecho?
—Dile que ni en un millón de años.
—También dice que hoy podrás darle algún que otro golpe durante el entrenamiento.
—Eso lo estoy deseando, pero dile que no necesito ventaja. ¡Soy mejor que él! —se despidió ella.
Alysa llegó junto a Nora y Lilah y las puso al corriente sobre lo que sucedería esta misma noche. Entonces miró disimuladamente a Reik que estaba escuchando lo que Zale le estaba contando. El terrenis rubio se había sentado en la mesa de atrás de la de Reik mientras disimulaba y escribía algo en una libreta que se la pasó a Reik. El rostro de Reik cambió en cuestión de segundos a causa de las misteriosas palabras de su amigo, de un rostro serio y sombrío empezó a reírse tan abiertamente que a Alysa le pareció estúpido. ¿Qué demonios le ocurre?, se preguntó ella sin poder apartar sus ojos del rostro sonriente de ese chico. Reik en ese momento parecía algo más joven y cariñoso, entonces su corazón le pegó un vuelco como la primera vez que lo había visto sonreír al hablar de su madre. ¡Soy estúpida!, se dijo dándose la vuelta mientras no dejaba de escuchar las carcajadas de Zale.
…
En una pequeña habitación a oscuras unos llameantes ojos rojos la alumbraban. Unos ojos que parecían tan feroces y aterradores como si estuvieran dispuestas a destruirlo todo. Y bien podrían haberlo hecho si no fuera porque Vanir se encontraba atado de manos y pies en la cama con un material tan resistente que a pesar que había estado intentado destruirlo desde hacía horas con su fuego, parecía irrompible.
—No podrás escapar de aquí —escuchó como alguien le hablaba a través del altavoz de la habitación con un aire altivo y burlón. Vanir en ese momento no supo qué hacer y se dejó consumir por la rabia. ¡Joder!
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